La parada de los monstruos

Nos pasamos la vida queriendo destacar, pensando que somos únicos ante el mundo. Personajes que rompieron el molde. Cada uno de nosotros se cree un punto de referencia, el eje sobre el que todo gira, sólo que al final no somos más que estadística, pura y aburrida estadística. No somos nada, ni cuando formamos parte de un exiguo 17%, ni tan siquiera de un exclusivo 2,6%. Hasta las élites son estadística. Y qué decirse tiene si integramos el 85% de algo: simple canalla. Chusma informe, para bien o para mal.
Hoy me he levantado perteneciendo a ese 45% de ciudadanos que no posee carné de conducir; del 47,6% de los que desayuna café con leche; del 2,5% a los que el flamenco le produce urticaria; de esos a los que “Madrid 2020” se la bufa y del 0,1% de los que le atizaría en los morros con un pernil a los pelmas que dan el coñazo con lo maravilloso que es el jamón ibérico. Uno tiene su carácter.
Pero ni con esas, formando parte de las estadísticas carecemos de rostro, ni aun cuando nos estudian por características físicas o intelectuales. Grises dígitos sin carácter ni alma. Somos carne del cómputo porcentual desde la cuna hasta la fosa. No nos queda más remedio. Es el signo de los tiempos y tenemos que vivir rodeados de números y porcentajes. Nada se comprende ni nada se emprende si previamente no se ha echado mano de esas cifras que traducen y resumen la vida, el pensamiento y el día a día de la sociedad.
Mentiras, malditas mentiras...y estadísticas. Se las suele coger por el rabo, para que no muerdan. Acostumbran los políticos a hacerlo con probada maestría. Vean, si no, la última especie celebrada y aireada a los cuatro vientos por el Gobierno a propósito del paro (delicada cuestión). Resulta que el número de desempleados cayó en agosto por primera vez desde el año 2000. Treinta y una personas, nada menos. Suena a coña. Poco importa que esas personas –esos números– simplemente no renovaron su demanda de empleo para, hartos de esperar a Godot,  dedicarse a hacer macramé o sudokus en su casa. Tampoco parece importar que los afiliados a la Seguridad Social hayan caído en cerca de 100.000 o que siga habiendo millones de parados (más de cuatro millones y medio). Ya lo maquillarán o enredarán con un chorreo de cifras y estadísticas de signo positivo. Nos pueden colocar una burra coja y disentérica y nosotros sin enterarnos.
Así que treinta y un parados menos registrados en las oficinas de empleo... Si es verdad, exigimos que pongan rostro a esos fenómenos de la naturaleza. Tienen que estar ahí, no son una entelequia. Que organicen una parada de los monstruos. Llévenlos por ferias y mercados para que el populacho pueda admirarlos y estremecerse. Para que podamos tirarles mondas de patata y acelgas. Y cacahuetes. Es que la condición humana es muy chusca.

La parada de los monstruos

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