Torcida memoria

En el 2015 Francia convirtió en Museo el Campo de Concentración de “Rivesaltes”. Torcido lugar donde el gobierno Francés recluía a los españoles que huían de la dictadura por la amarga puerta de la derrota. Saberlo y recordarlo mueve al reproche, en ese sentido afirmaba un catedrático de historia: “Campo Concentración RivesAltes Memorial Seguimos tendo que ir a Perpiñán ver o que non pode verse na España Vergoña”. En clara alusión a ese tiempo en el que allí peregrinábamos ávidos de pornográfica libertad.
Al hilo de esa reflexión me pregunto, ¿por qué nos cuesta tanto ponernos de acuerdo en algo tan elemental como es denunciar y condenar los crímenes y a los criminales? ¿Por qué buscamos justificarlos? ¿Por qué ese miserable comportamiento que nos asesina en la razón, aniquila en la fraternidad y aleja de lo humano? ¿Por qué hemos hecho de la memoria algo sólido y contundente con el que agredirnos lejos de ese esencial recuerdo sobre el que teorizar y reflexionar?
Los historiadores hablan de “pasados incomodos” cuando quieren explicar la dificultad que tenemos a la hora de encarar con justeza la memoria de aquellos criminales hechos en los que reconocemos a los “nuestros”, y con los que de algún modo nos identificamos.
Intuyo que lo incomodo es que los “nuestros” nunca son las víctimas sino los verdugos. Y que esa torcida mirada es la que nos impide mirar a los ojos a la bestia. Esa que no siempre son los otros.

Torcida memoria

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