ROTONDA E INFAMIA

La política, dicen, “es el arte de lo imposible”, a nosotros va camino de hacernos imposibles. Pero no es la política sino los políticos, que lo invaden y contaminan todo a fin de rentabilizarlo para ellos y sus partidos. En lo material con la comisión y el sobrecoste y en lo “espiritual” con el voto.
Se hace difícil, por no decir imposible, encontrar algún ámbito social o empresarial en el que no hayan metido la mano, como instigadores, mediadores o corruptores. En la huida de esta evidencia, clavo los ojos en el ojo grande de una rotonda. El cíclope regulador de la circulación por excelencia, se me antoja pacífica, bonachona y ecológica. Tan verde y limpia, tan cuidada y decorada, es un espacio de libertad y pureza. Una invitación a vivirla, a quedarse a vivir en ella.
En la radio el locutor habla de que el alcalde de Vigo ha decidido encallar un barco, el “Alfageme”, en una de ellas, a modo de homenaje a los hombres y mujeres del mar. Varamiento al que se opone la vecindad que ve en el abultado coste un derroche intolerable en este mar de drásticos recortes. Se oyen también sirenas, porras y la serena resistencia de los magullados manifestantes. Buscando justificar al mitológico ser de la DGT, me informo: Las rotondas cuentan como espacios verdes a efectos de urbanizar y son decoradas con costosas obras de arte amigo. En fin, que cuando giras alegre en ellas te encuentras con la misma “mierda”, pero ahora, de cara.

ROTONDA E INFAMIA

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