Propósito y enmienda

Tratar a los políticos como pacíficos navegantes empeñados en enderezar los rumbos y destinos del velero patrio para una mejor navegabilidad de sus asuntos, es un error. 

El teorizar, analizar y tratar sus palabras y actos desde la óptica de la razón, es perverso. Buscar con esas elucubraciones racionales o pasionales hacerles ver lo errados que están, y de la necesidad de que rectifiquen, de idiotas. La utilidad de estos manejos no es otra que la de alimentar la parrilla, subir audiencias y rellenar páginas en los medios; es ahí donde de verdad guardan sentido todos esos debates y reflexiones encaminadas a crear, dicen, conciencia autocrítica y enarbolar las banderas de la democracia y sus derechos y libertades. 

Y es así porque en la inmensa mayoría de los casos todas esas sesudas y apasionadas discusiones son de la misma naturaleza que las palabras y actos que analizan, es decir, que tienen en ellos, como en los políticos, un sentido claro, hacerlas rentables. 

La verdad es que los políticos saben perfectamente cuándo se equivocan y cuándo aciertan y porqué lo hacen y también porqué dicen lo que gritan. No son un puñado de ingenuos empecinados en salvarnos. Ocurre que no lo pueden reconocer, tienen por ello que mostrarse altaneros hasta en lo sumiso, y cuando no, tan demagogos como falaces, y no solo para su defensa sino para escandalizar a esa hinchada que los absuelve sin propósito de enmienda y sin enmendarse.

Propósito y enmienda

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