Procés d’intimidació

Para hacer tortilla hay que romper huevos, la frase la ha puesto de moda el rancio independentismo. La han pronunciado ideólogos y adeptos con el alegre retintín que se expresa aquello que se antoja revolucionario.
La primera vez que la oí en labios de uno de ellos me pareció la desafortunada ocurrencia de un ser banal jugando a esa oscura épica a que conduce tan peligrosa ideología.
Sin embargo, posteriormente descubrí que la sentencia la idearon las cabezas pensantes del proceso.
Pero lejos de la anécdota, no se puede ignorar la maldad y el peligro que entraña. Y es que viviendo en democracia no cabe darle otra lectura que la que tiene, intimidar y anular a aquellos ciudadanos que por no compartir sus fines se oponen a sus deseos. 
Asestar, en definitiva, una última estocada a esa parte de la sociedad que han venido acosando y sometiendo en la secuencia de actos autoritarios desplegados al solo objeto de saciar sus apetencias y ocultar sus carencias.
En una palabra, se trata de intimidarlos por el camino de la bronca algarada y la vía de los hechos consumados para que desistan de su legítima resistencia y se entreguen. Dejándoles claro que ellos y la legalidad que los ampara son los huevos que se han de romper.
En esa amenaza se resume y expresa el dudoso talante y voluntad democrática de esos a los que ahora llaman presos políticos, cuando de lo que se les acusa es de cometerlos al amparo de la política.

Procés d’intimidació

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