O Riós

abrupto trazo fronterizo que el río Mente, en alas del Arzoá y Marcelín, dulcifica. Eso es mi pueblo, alzado al cielo en un mar de castaños y pegado a la tierra en los quehaceres de sus gentes. En esta costa de dulce melancolía participé este fin de semana en las jornadas Latexos do rural, promovidas y protagonizadas por el actor y director Rubén Riós. Iniciativa que busca poner en valor la creatividad de la mujer del rural a través de la música, la literatura, la fotografía y otras disciplinas creativas. 

En esa tarea, el arte de Rubén, las fotografías de Pily Reñones, la voz de Antonio Luz, mi poemario Misa de Náufragas, las asociaciones de vecinos, los grupos floclóricos, la labor solidaria del padre Ángel, el tesón de Sylvana Mestre y el emotivo recuerdo de esos vecinos que tatuaron en su geografía la impronta de su magnífica humanidad: Ito, Marité… 

Sociedad civil puesta en pie para reinvindicarse en el ser más íntimo y vital de su tierra y estirpe; la memoria de esos titánicos varones y hembras que cruzan océanos y continentes para finalmente naufragar en el de su sudor. Y hacerlo en el exacto valor de su ser, el de la vanguardia que fueron y serán frente a la pretendida visión arcaica que de ellos se nos traslada, en la medida en que amaron la fronda sin desdeñar la raíz, aprendieron y enseñaron a sus hijos a cultivar la tierra y a ella a responder a esa ternura, y a valerse por sí para ser así con los demás.

O Riós

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