Moción de censura

Una fiesta democrática, eso es, y como todas, a la altura de nuestra fe en el santo, en este caso, Pedro el laico. Me preocupan, y mucho, los miembros de la comisión de festejos, el sufrido pueblo de parroquias que somos. 
Y es que no es esta fiesta de ermita, empanada, churrasco, gaitas y tambor, sino de mesa y mantel, orquesta de viento, cuerda y percusión, vasta escenografía y escenario sin horizonte, en la que cada uno canta su repertorio y dentro de él su versión. 
Un ruido gigante, eso quiero decir, al que Pedro va a intentar hacer vibrar al mismo son, parece ser, que con la sola inercia de haberlo apoyado en el acoso y derribo del PP de Rajoy. 
Y que quieren que les diga, las sinergias del rencor son poderosas cuando el objeto está presente, pero una vez que cae declina y pasa a ser el nuevo el objeto y sujeto. Y para que eso no ocurra no le va a quedar sino hacerse querer, y en ese ritual dar sin tregua ni medida, como los demás. Y si fracasa, convocar elecciones, y con una pizca de mala suerte tener que ceder las andas a otro presidente y no podemos olvidar que ayer salió Mariano y nos gastamos 80.000 en concepto de pensión o 100.000 si elige ser vocal vitalicio del Consejo de Estado, y a la vez se aseguró Pedro misma pensión y posibilidad de aconsejar, y si le va mal y viene otro, otro tanto. 
Y eso sumado al monto de ese mal conformar mientras dura la verbena da idea del tamaño de la mesura de mi moción.

Moción de censura

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