“Merienda de negros”

Felipe VI, tomó el día en familia y se fue al Congreso. Como quiera que el aseo reina en su reinado, cada palabra de su discurso fue separada del rebaño y escrutada desde todos los ángulos, dicen que para no herir sensibilidades, como si fuesen destinadas a almas de poetas y no a equipos con parroquia. Se sacaron luego los trajes y demás modas y se sometieron también, como míseros preservativos, al calvario de las sensibilidades. Más tarde le tocó el turno a los modales, niñas incluidas, en este caso, infantas. Todos los gestos de ese día fueron previamente ensayados, son una familia real y por esa razón le exigimos que se comportarse como una cualquiera de nuestras cotidianas mentiras, para no herir, cómo no, sensibilidades. Se trataba de dar la salida a esta nueva legislatura política marcada por el profundo acuerdo en el desacuerdo, en este caso acordado.
Todo iba bien, hasta que la diputada Bescansa advirtió a la reina del peligro de mezclar niños y Congreso, no le faltó razón, aunque son el ejemplo no son ejemplares. 
Una vez dentro, la familia real, se enfrentó a la estética de la real familia grupal: banderas republicanas, cartelería, camisetas ingeniosas, y la sentada párvula de Podemos. A los que parece ser que los derechos de sangre solo se le antojan groseros en los monarcas, no así en los consanguíneos mozos del terruño nacionalista. En fin, todo discurrió conforme a lo previsto en cualquier merienda de blancos.

“Merienda de negros”

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