La infamia y el idiota

eTA nos trata como idiotas, la diferencia es que antes además de insultarnos nos asesinaba. Hasta ahí nada nuevo en el devenir de sus fines y estrategias. La cuestión, por tanto, no se dirime en el hecho de indagar, interpretar y especular sobre el fondo y la forma del comunicado, sino en saber si en verdad somos idiotas, y dignos por ello de lástima, o nos lo hacemos por no ser indignos hasta la lástima.
Sé que a estas alturas de la tragedia a esa pregunta solo pueda dar respuesta ETA, ella sabe qué somos y por qué, y quizá ni ella pueda ir más allá del mero reconocimiento. Porque lejos de esa afirmación, qué le podemos parecer, instalados desde el inicio en ese punto de equidistancia y eclecticismo que la anima sin estar con ella ni compartir sus objetivos.
Cómo entender que aquellos que la critican y combaten abiertamente no pierdan ocasión en premiarla con toda clase de beneficios políticos, judiciales y académicos: redenciones de condenas, títulos redentores, dudosas vías de reinserción… Debate exculpatorio, exculpación sin debate. Disposición al acuerdo: negociar, acordar, ceder…
Esta teoría sobre la idiotización social frente a sus crímenes la prueba el hecho de ver y oír el reciente y coral debate en torno a la dispersión de sus presos y los posibles beneficios que se le concederían si se disuelven.
Cómo para no hacerlo, tendrían que ser idiotas. Y quizá los son, pero de su idiocia solo alcanza a dar razón el PNV.

La infamia y el idiota

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