Estrambotes y milagros

Tal vez nazca dios de verdad y los reyes magos de mentira, y lo pongamos a él de presidente de la república y a los reyes de gobierno. A él de público en el fútbol, y a los reyes de repartidores de globo. A él de camarero de proximidad en los bares de la distancia y a los reyes distantes en los hospitales del nunca. A él en la distancia del abrazo, y a los reyes en el abrazo de lo distante. Sí, tal vez venga uno y se vayan los otros, y entre ese divino estar y esa mágica ausencia podríamos sosegar nuestras muchas cuitas.

Lo justo es que este “sindiós” lo remedie dios, porque estamos tan cansados de no ser para ser por él, que lo justo es que sea de una vez y no de vez en vez, porque lo cotidiano va camino de exigirnos además del estado de bienestar el del milagro. 

Dios debe mirar para Europa porque esta es la cuna de los dioses y el Gólgota de los hombres que pueblan nuestros arrabales. Sé que no es justo, pero es el precio que han de pagar para que nosotros podamos ser y tener y esta afirmación no pasa de ser una maldad, pero vivimos de argumentar bonito para así alcanzar a acallar cínicos lo que nos repugna de esta pugna entre ética y bienestar. Calidad de vida, decimos, pero es solo un espacio de consumo neutro, limpio y capaz, dotarnos de una moral a la medida de lo innecesario de nuestra voraz necesidad, esa que no somos capaces de remediar, pero, como digo, tal vez nazca dios, y entonces… Entonces él proveerá.

Estrambotes y milagros

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