Efecto Forcadell

Imaginemos: Una persona entra en una sucursal bancaria portando una pistola, la acompaña un policía que le advierte que la tenencia de esa arma es un delito. Esa persona la esgrime, grita “esto es un atraco” y exige el dinero. El policía le hace saber que está a punto de cometer un robo con intimidación. La persona lejos de obedecer amenaza a empleados y clientes y se lleva el dinero.
El policía le pide que lo devuelva porque de lo contrario tendrá que detenerla. La persona desoye la advertencia y sale a la calle. El policía la detiene, la lleva a comisaria, redacta las oportunas diligencias, la ficha y le presenta ante el juez. Este la recibe, le toma declaración, y esa persona alega que el robo fue un acto simbólico, que acata la ley y que no lo volverá a hacer. El juez, le impone una fianza y la deja en libertad. No resulta verosímil ni imaginándolo. Esa persona, como es lógico, o bien ingresa en prisión sin fianza, o en un psiquiátrico a fin de comprobar el estado de su salud mental, porque no se puede entender la cerrazón de su comportamiento, ni consentir si está en su sano juicio que burle, pese a las reiteradas advertencias, la ley.
Sin embargo, sí ocurre si te apellidas Forcardell, eres la presidenta del Parlamento Catalán y has delinquido desoyendo las claras indicadores de tus asesores legales. De lo que se deduce que o bien a nosotros nos falta imaginación o a ellos le sobra impunidad, quiero decir, inmunidad.

Efecto Forcadell

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