Educación

La educación es la “ciencia” que discute todo los días con el instinto, ese es su lógico batallar en la eterna lucha del hombre como ser social frente el ser animal que lo exige en el libre albedrío; y ese ha sido durante cientos de años el natural ámbito de actuación de ese magnífico esfuerzo que, no solo sostiene la arquitectura social que demanda la convivencia, sino que encumbra al ser humano en lo más íntimo de su naturaleza a un estado de conciencia que le permite humanizar su manera de sentir y expresar sus sentimientos. Ganándolo no solo para el grupo sino para lo singular de su condición. 

Es importante tener en cuenta este último argumento, y más, en el seno de una sociedad que indaga con frecuencia en aquellos elementos en los que percibe un peligro para una libertad siempre recién ganada y nunca bien explicada, dignidad que no está en el instinto del hombre sino que nace de ese esfuerzo al que aludo, el de la educación, por lo que es un error creer que si despojamos a la formación de el más elemental instrumento coercitivo puede el hombre tener un comportamiento exquisito en todos los ámbitos, muy al contrario, volvería a ese ser que solo obedece a la ancestral apetencia. Ignorar la existencia de ese ser primario, sin achacarlo necesariamente a meras carencias o maldades sociales es esencial para entendernos y atendernos en lo humano sin descuidar el cardinal elemento que lo hace posible, la educación.

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