Y hoy vamos de película

Desde esta ventana decíamos el sábado que lo de nuestros políticos era puro teatro. Drama  o comedia. Hoy nos pasamos al cine para contar –una de malos– lo que está pasando en la política. Dicen los periódicos que la extrema derecha marca la agenda, condiciona al PP y es clave para formar gobiernos. 
Los aludidos, el Partido Popular, mantienen su mantra: lecciones de centralidad y moderación, que dice Feijóo, ni una. Mientras, los no nombrados –Vox– cuentan lo que les queda de dinero recibido a través del Consejo Nacional de Resistencia de Irán (considerado durante años por Estados Unidos y la Unión Europea como terroristas) y que valió para su fundación, el sueldo de su líder y otras bagatelas. Vox ya está en Galicia para competir con el Partido Popular, donde, dice uno de sus jefes, caben todas las sensibilidades. 
Vox debe mucho al señor Vidal-Quadras que dejó el PP con lo que se confirma la teoría de los vasos comunicantes. Otro ejemplo de esos que se quedan siempre en el mismo sitio aunque este cambie de nombre es el señor Vargas Llosa, que antes era de Ciudadanos y ahora es una estrella del PP. 
Mientras sucede esto que aquí les cuento, sigue la película protagonizada por el excomisarioVillarejo y otras gentes de su condición: el esbirro enviado a casa de Luis Bárcenas para robar papeles comprometedores para el Partido Popular iba pagado, hasta la pistola, se la procuró uno de la trama. 
Espiaron estos chicos de la brigada patriótica, que mandaban gentes del PP desde el Gobierno, la casa y el despacho de ese señor que recibía email de Rajoy, según se recoge en sede judicial. Por cierto: la justicia imputa –por blanqueo de capitales– al único concejal del PP de Valencia que no lo estaba. No parece el “reinventado” PP ser una garantía para un futuro mejor. 
Nos asomamos a la otra acera: el PSOE, preocupado por los gestos de algunos barones, mira de reojo a Podemos, que está viviendo un tsunami que le afecta: la crisis de Podemos, un colectivo variopinto que pasó de la calle al Parlamento para recoger las inquietudes sociales que necesitaban tener voz en los ámbitos institucionales. Abundan los ejemplos. 
La duda ahora es quién recoge esa bandera. La unidad de las fuerzas de la derecha es una muy mala noticia para los ciudadanos de a pie que salieron muchas veces  a la calle, desde aquel 25-M, convencidos de que esto se puede cambiar.

Y hoy vamos de película

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