¿Solución o problema?

Hay que dar tiempo al tiempo, que decía aquel que no tenía tiempo para nada, pero que vale como reflexión de urgencia sobre un asunto que puede cambiar la piel de la ciudad y, al tiempo, ser el primer ejercicio serio de abrirse al área metropolitana.
Pero hay cosas urgentes para las que el tiempo corre que vuela: el Código de Circulación y sus normas. Cuando un servidor de ustedes estrenó el carné de conducir estaba claro que los autobuses urbanos eran “los reyes del tránsito en la calle”.
Normas tan claras como que tenían preferencia para incorporarse al tráfico, para las maniobras en pleno tránsito o que las paradas señalizadas eran su castillo, permitían un desarrollo de la movilidad en general que, ciertamente, al autobús urbano lo convertían en el rey de la calle.
Más tarde en muchas ciudades el carril-bus aún le daba más prioridad en un tráfico, que, insisto, tenía al transporte urbano como prioridad y, al tiempo y por su precio y comodidad, disuasorio de usar el coche.
Hoy, entre los vehículos que invaden las paradas, los del reparto (que tienen un horario fijado que casi nadie cumple) y el natural complejo del tráfico en una gran ciudad, convierten al transporte colectivo, el autobús urbano, en el patito feo. Hay culpables como el incivismo y responsables como la Policía Municipal, ahora, ustedes a coro, tienen que preguntar: ¿pero tenemos guardias municipales? y la respuesta, como en la canción, se queda en el viento…
Ahora nos anuncian que tropecientos autobuses invadirán la ciudad, que supondrán ¿? un impacto en el tráfico de seiscientos coches menos y otras regalías que están por demostrar.
Aquí tenemos un grave problema que es la entrada a la ciudad por ese embudo llamado avenida de Alfonso Molina, que está cerca de cumplir medio siglo y sobre la que pesa, cada poco, noticia de su revisión. Lo último es la promesa de Fomento de ampliar hasta los once carriles en sus lugares más anchos, lo que –según muchos expertos– es imposible o, como poco, milagroso. Hay quienes piensan que organizar el tránsito de acceso a la ciudad usando avenidas y calles alternativas –aunque esto supusiera cambios importantes–podía ser parte de la solución.
Dentro de unos días, en Barcelona se va a celebrar un congreso que da protagonismo a la participación ciudadana y la movilidad bajo el título de “Ciudades Inteligentes”. Sobre todo convine que regidores,  conductores y peatones usemos la inteligencia.

¿Solución o problema?

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