Se hunde el Gobierno

El País, a página completa,  editorializa sobre “el naufragio del Estado”, pues “los españoles son rehenes de la impericia, el egoísmo y la falta de ética de muchos de sus líderes”.
Ya lo sabe: la mamá de usted, el cuñado, su hijo el mayor, la suegra, el resto de la santa familia; los vecinos del barrio, los colegas del bar y los amigos del gimnasio, hemos naufragado. Tocados, hundidos y  “fodidos”
Así, como un golpe de magia o un designio divino, los españoles estamos hundidos, pues el capitán del barco era un inepto, con la tripulación –unos corruptos– la comida escaseaba, no había seguridad, los robos eran continuos y el barco acabó estrellándose. Se hundió por la incapacidad, impericia, de una banda. Y ahora, ¿qué?
Dice El País que no se trata ahora de repartir culpas, aunque reconoce que los principales responsables son el capitán y la tripulación (el PP,  y de arriba abajo, por acción u  omisión  todo su tingladillo), pero parece escasa la fórmula para cambiar “a los malos”: ondear la bandera, repetir eso de diversidad en la igualdad; ética, estética y otras palabras rimbombantes para, luego de quedarnos náufragos, nos cuente que “mejor era antes con un  régimen democrático que generó el mayor período de paz y prosperidad”. O sea, queda claro: los males empezaron cuando quienes nos regían, en aquel momento decidieron no apretarse el cinturón (¿entiende el chiste?: cinturón igual a Gürtel)
O sea, bien estábamos antes de embarcarnos con el PP. Seguro y claro como el agua. Esa etapa, conocida también como  el tiempo de los aprovechados, donde se vendieron las joyas de la corona que se reparen entre amigos, que abrían las puertas a otros amigos, aquello tan gráfico de “puertas giratorias” donde los ex se aburrían cobrando una pasta gansa. 
Y añadamos los pelotazos conocidos, la corrupción ahora juzgada que demuestra que nos regía “una banda que había cometido todos los delitos posibles” a la hora de engordar sus bolsillos en perjuicio de la caja común del Estado, según pronunciamiento en  sala.  
El personal, el que puso los cuartos que ahora llaman del Estado, quedó enterado de la ola de mierda que nos cubría. Se pide ahora un pacto nacional cuando lo que se tiene que pedir es la dimisión de todo el Gobierno y rapidez a la justicia para sustanciar todo ese lastre –dicen que faltan  treinta juicios más– para que nadie nos hunda en la mierda. Por si acaso apriétense la nariz.  

 

 

Se hunde el Gobierno

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