Restos del naufragio

Es indudable que el tsunami del pasado domingo dejó en la playa de los perdedores muchas víctimas. Desde los que no llegaron hasta los que fueron rechazados por las olas de opinión de miles de votos. Pese a todo muchos –nadando contra corriente– no se quieren creer (o, no quieren que nosotros lo creamos) y por eso es bueno hacer el repaso de esa jornada. 
Cuando el señor Rivera se declara campeón quiere que nos olvidemos de su disertación al pedir el voto: “Esta papeleta, dijo textualmente, tiene doble valor: echamos a Sánchez del gobierno y, por otro, lleva a Ciudadanos al gobierno”. 
Y, además, soñaba con pasar al PP. Y nada de nada. Sánchez sigue, él no llega ni a pasar a los populares ni a pisar la Moncloa como no sea de invitado. Y, como los números cantan, su “rival” en la derecha seguirá llevando la bandera. 
El PP fue el más castigado por –como reconoció uno de sus militantes más lúcido y veterano– por redoblar sus guiños a la extrema derecha y abandonar a sus simpatizantes más proclives a una derecha menos virulenta, de carácter liberal y que huye de los extremismos. Añadiría a esta reflexión que perdió Casado y sobre todo Aznar.
Vox, como otros muchos partidos en situaciones parecidas, ganó y perdió. Pasar de cero a la veintena de escaños es una proeza, pero, al situar su meta entre sesenta y ochenta escaños, asoma un flanco débil. Andalucía y “el Madrid del dinero” fueron sus caladeros. Le votaron por simplificar los que están contra los inmigrantes y favor del dinero en cantidad, como el barrio de Salamanca y Pozuelo.
El PSOE, ganador de las elecciones, no consiguió lo deseado: mayoría absoluta. Puede presumir de victoria mientras “da vivas” al Ibex-35, que por vez primera en su historia saluda con una subida al nuevo gobierno. Ahora están meditando si hacen caso a los suyos, agrupados ante Ferraz bajo el grito “con Rivera no” o a la señora Botín y sus colegas de la banca y grandes empresas, que le susurran que se apoye en Ciudadanos.
Unidas Podemos llevó, para decirlo coloquialmente, un “palo”. Pagan sus peleas internas, la desafección de quienes crecieron bajo su manto –las llamadas confluencias– y menos mal, según dicen los que saben de eso, remontó al final salvando los muebles.
Ah y atención a los que se salvaron del naufragio: los vascos del PNV y los catalanes de Esquerra Republicana…

 

 

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