Juego de tahures

La percepción del ciudadano de a pie, ese español del que todos hablan pero que ninguno de nuestros políticos escucha, es que esto es una lucha entre ellos con nosotros de  como espectadores. Y es que la historia (la reciente, no se preocupen los histéricos que huyen de su pasado que está marcando nuestro presente) va conformando el cuadro que ahora repasamos: el grupo autodenominado los progresistas tumban a Mariano Rajoy. 
Poco después se “montan” dos frentes bien clarificados: la izquierda que cuenta con la simpatía de los nacionalistas y la derecha que “engorda” con la llegada de Vox.
A su alrededor transitamos cuarenta y siete millones de españolitos de los que un buen porcentaje no llega a fin de mes pero, al tiempo, crece el número de millonarios y sigue pesando otro dato vergonzoso: miles de niños no comen tres veces al día. Además seguimos con la desigualdad a galope, el empleo precario, la sanidad a la baja y leyes que restringen la libertad de expresión. 
Y ellos (los que con nuestros votos prometieron arreglar, paliar, esta situación) enzarzados en sus luchas personales: Rivera, que era liberal-socialdemócrata, en su carrera suicida por ganarle al PP, pone un veto al PSOE y suma votos a la derecha más extrema. El partido que venía a “regenerar la política” pacta con la formación que más trabajo ofrece  los juzgados con sus numerosos y constantes casos de corrupción. Casado, que llega al PP apoyado por la línea más carca del partido, con Aznar al frente, tiene como meta inmediata ser el jefe de las tres derechas. Vox está a lo suyo, devolvernos a los días grandes del imperio, con don Pelayo, Santiago y cierra España y Franco acunado por el brazo incorrupto de Santa Teresa. Hay que decir que no engaña a nadie.
En el otro lado tenemos a Sánchez que pasó del “no es no”, para mendigar un día sí y otro también el apoyo de la derecha y al que, mire usted por donde, le apoyan los que le criticaron, los que llegaron a mandar en sus ayuntamientos y comunidades con los votos de Podemos. 
Y está en esa partida Pablo Iglesias con su “yoyismo” (vaya palabreja)  pero que le viene al pelo pues ha conseguido no solo irritar a sus colegas de izquierdas, sino  a sus compañeros de partido. 
Y ahí están,  discutiendo  sin entender lo que les pidió el respetable que cada vez les respeta menos.  

 

Juego de tahures

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