Idignación, asco y miedo

sto es lo que hay: una trama de políticos afines al Gobierno, con la ayuda necesaria de  empresarios sin escrúpulos, la colaboración de sectores de la justicia y de algunos medios de comunicación –ahora, anda ya, se desmarcan vergonzantes– que ya rebasan la paciencia ciudadana, aumentan la crispación de la oposición, producen asco entre la gente honrada y miedo, sí miedo, al constatar la ciudadanía que está indefensa ante ese poder casi omnímodo, que cuenta con tantas armas, con recursos inimaginables en un Estado de derecho, que a pesar de la prometida regeneración ha llegado a una total degeneración.
Aquellas personas de las que hablaba Mariano Rajoy, sin pronunciar su nombre, se multiplicaron ante la visión del botín y primero fue el tamayazo (la madre de la corrupción política) hasta llegar las penúltimas noticias en la prensa diaria que involucran al despacho de abogados que fundó Cristóbal Montoro, y donde aparecen ex cargos del Partido Popular y el propio hermano del ministro y la acusación de fraude  delegada del Gobierno en Madrid. La lista ya multiplica por diez, por veinte, los cuarenta secuaces de Alibabá.
Por cierto, mientras todo esto pasa, el presidente del partido (desde el 91 en cargos destacados dentro de lo que llamó ya hace años Forges, Afabanda Popular) intercambia opiniones en Brasil con un presidente, acusado de corrupción y que tiene a varios ministros en el “caldero”.
Como para no estar el personal indignado. Como para no estar la ciudadanía al borde del asco. Como para no estar asustado de lo que pasa y ¡de lo que no pasa!, pues el poder de la trama, la casta, la caspa, la familia, llega a todos los sitios –según denuncias por un lado, y pruebas, por otro–, aunque el nivel de corrupción convierte en un lodazal todo lo que rodea al partido.
El hecho cierto es que bajo la presidencia de Rajoy en el PP, Madrid y Valencia –¡pruebas cantan!– se han convertido en dos pozos de corrupción y financiación ilegal del partido. Y ahí tenemos al máximo responsable del Partido Popular y, ay, del Gobierno de la nación, haciendo footing, impasible, a ver si al final –entre la dilatación de los procesos y las cloacas del sistema– le liberan de dar explicaciones.
¿Le extraña a alguien la indignación, el asco y el miedo, de esos ciudadanos  –la media en España– que cobran veinte mil euros al mes y que tendrán, durante ochocientos años que pagar los ochocientos millones de euros que la trama robó?

Idignación, asco y miedo

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