Contra la desmemoria

a nos repetirán eso del “procés”, donde en los relatos hay plata y ganga, y nadie queda contento. Todavía le queda cuerda al otro largo proceso que nos llevó años: sacar del valle los restos de los peores años de la historia de la democracia. 
Seguramente escucharemos a los tertulianos buscar esos tres píes del gato de los cuentos y habrá que volver a contar los trece mil quinientos millones que las grandes empresas dejan de declarar en España mientras la guerra comercial nos pilla con la mayor precariedad de toda Europa y con los salarios que se “colocan” entre los más raquíticos de nuestro entorno…
Hemos celebrado la Fiesta Nacional con un desfile donde la noticia estaba en un árbol pues los silbidos al presidente ya entran en la propia fiesta. Portugal, otra vez, se convierte en el espejo que nos devuelve parte de las frustraciones patrias.   
Otra vez el PP ante la justicia: Cristina Cifuentes que investigada por su participación en unas elecciones dopadas y en la concesión de la cafetería que daba servicio en el parlamento. 
De nuevo las respuestas ya conocidas: no sabe, no recuerda y niega que ella tuviera responsabilidades (fue vice-presidenta y presidenta comunidad), lo que no lleva a repetir lo de siempre ¿por qué le pagaban? Claro que eso es el formulario al que los populares nos tienen ya acostumbrados.
El  número dos de interior con el PP, Gomez Gordo, era uno de los encargados de aquella policía de la caverna. Ahora se sabe que seguía instrucciones de Cospedal. La orden era espiar al enemigo y tapar las vergüenzas del propio partido. 
Y a un tiro de piedra de la campaña electoral (piedra ¿?, pedradas, ya verán ustedes) nos encontramos con otros efectos de la desmemoria que retrata a nuestros políticos: los del veto están dispuestos a cambiar el voto. Ahora, los que “van” de primeros ya han explicado que es muy difícil derogar las leyes laborales que empobrecen al trabajador y engordan al patrón  pese a decir lo contrario hace un par de meses. 
Los “novísimos” se arriman al sol que más calienta o, por lo menos, lo intentan y quedan por ahí dos o tres que siguen pensando que esto puede cambiar.
La memoria, la historia reciente, nos recuerda otros tiempos y por eso es preciso luchar contra la desmemoria, un pecado muy común en este país doliente al que le viene muy  bien aquel dicho de “que buenos vasallos si hubiere buen señor…”.

Contra la desmemoria

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