Toda una vida

La dejó su novio cuando, con 18 años, se quedó embarazada. Más trabajo y mayor responsabilidad, a lo que ya estaba acostumbrada desde los 10 años. No se olvida de que, estando en el vientre de su madre, su padre se marchó a Cuba y nunca más regresó.  Su existencia no fue color de rosas. Ahora, que ya no espera nada más de la vida, convive con su nueva familia en una residencia de mayores. 

Una sonrisa permanente recibe a todos los que se le acercan. Es consciente de que tantos avatares, sinsabores y lucha constante por la supervivencia y para sacar adelante a su familia no le van a impedir que modifique su rostro. Fueron muchos los años en que Amparo, junto a su marido, trabajaron unas tierras y habitaron una vivienda por la que pagaban una renta anual a sus dueños. De los frutos de la tierra también entregaban una parte importante a sus arrendadores. 

Trabajar de sol a sol, incluido los domingos y festivos, solo le permitía poder limpiar y ordenar la casa por las noches. Gracias a que se fueron de la aldea, hacia la capital, pudo trabajar los últimos 10 años como empleada de hogar, lo que le permite ahora poder disfrutar de una pequeña pensión de jubilación. Ser mujer siempre fue difícil, mucho años por aquellos tiempos. 

Eran tiempos difíciles. A pesar de todo pudo sacar adelante a sus dos hijos y disfrutar de sus cuatro nietos, una vez cada quince días. El trabajo y la distancia a la residencia de mayores no les permiten muchas más visitas. Actualmente se dedica a contagiar su alegría al resto de usuarios del centro. Se siente una privilegiada por haber vivido tan intensamente y con la salud suficiente para llegar a los 90 años. 

Toda una vida

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