Hambre y desigualdad

ochocientos millones de personas pasan hambre en el planeta. Cantidad de países con grandes niveles de pobreza extrema y fuertes desigualdades. En América latina: Honduras, Nicaragua, Guatemala, Paraguay, Bolivia, El Salvador, Venezuela, Colombia, República Dominicana, México…; en África: Níger, Etiopía Mali, Burkina Faso, Burundi, Somalia, República Centro Africana, Liberia, Guinea, Sudáfrica, Sierra Leona…; en Asia: Afganistán, Nepal, Blangladesh, India, Camboya, Birmania…
Por si fuese poco para todos nosotros, España es uno de los tres países de Europa con mayor nivel de desigualdad, a pesar de que el sistema de servicios sociales se haya desarrollado intensamente en los últimos treinta años. Pero, a estas alturas, aún no es una realidad la garantía de unas rentas mínimas que garantice una protección social digna y adecuada para todos los ciudadanos.
Hay que ser optimistas, no perder la ilusión y la esperanza en conseguir un mundo mejor y más justo. Aunque la realidad y los propios expertos económicos nos indiquen que las futuras generaciones van a vivir mucho peor que nuestros padres y abuelos. Esto por repetirlo muchas veces no va a cambiar como no adoptemos las medidas correctoras oportunas.
Mientras no tomemos conciencia de que es necesaria una sensibilización y movilización social para que los gobernantes y los organismos internacionales, como la ONU, cumplan con los Objetivos de Desarrollo del Milenio para erradicar la pobreza y el hambre en todo el mundo antes de 2030.
No es un justo ni humano que, en el siglo XXI, siga habiendo millones de personas muriéndose de hambre en el mundo. Algo falla en el sistema, que sin duda no es el mejor o por lo menos no es bien gestionado por parte de nuestros mandatarios que se limitan a tomar medidas a corto plazo. Estas políticas mediáticas y cortoplacistas nos pondrá a prueba, una vez más, y dentro de una década, a otra crisis económica mundial.

Hambre y desigualdad

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