Demasiados inocentes

Los que formamos parte de la “generación del narcotráfico” nos causa un cierto estupor el que se utilicen como armas arrojadizas las víctimas inocentes de la lacra social que supuso el narcotráfico, a lo largo de varias décadas, en ambas márgenes de la Ría de Arousa.
La soberbia, el orgullo, la chulería y la corrupción eran unos vicios demasiado habituales, utilizados por los capos de la droga, que narcotizaron a la mayoría de la población arousana, llegando a reírles sus gracias y rendirles pleitesía, sin distinción de credo político, categoría profesional, jerárquica o de cualquier otro tipo. Todos (por lo menos una gran mayoría) fuimos responsables de que los cementerios acogiesen a demasiados inocentes.
Nuestra clase política, en general, tendría que ser un poco más noble y menos hipócrita reconociendo que, durante muchos años, todos convivimos con demasiados narcotraficantes y algunos consentimos, por acción u omisión, que siguiesen haciendo su agosto a costa de la vida de decenas de personas inocentes. Eran los mayores “mecenas” para algunas entidades sociales, culturales, deportivas, incluso para ayuntamientos, para la parroquia o ayudando particularmente a alguna familia en momentos de dificultades, para hacer frente a pequeños pufos, o incluso afrontaban los gastos de sepelio para poder enterrar dignamente a algún familiar o vecino.
La culpa no fue ni es de los drogodependientes, éstos son víctimas del sistema y de la situación, ha sido y es de los narcotraficantes y de la falta de voluntad de muchos de nuestros gobernantes. A pesar de todo y desgraciadamente los narcotraficantes siguen haciendo su agosto.

Demasiados inocentes

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