CASOS REALES

Continúa la sangría social de muchas personas y familias que siguen malviviendo en la exclusión social. Ya no solo es cuestión de dotar de más presupuesto a los departamentos de los servicios sociales o de bienestar sino de profundizar en el estudio de las buenas prácticas para una correcta inversión y gestión de los recursos.
   Lo peor está por llegar, pues nunca deberíamos olvidarnos de lo que ocurrirá cuando llegue la época de la crisis después de la crisis. Si no somos capaces de articular las medidas oportunas, garantizando un salario social o renta básica suficientes, o bien como se le quiera llamar, para las personas que ya no tendrán oportunidad de acceder al mundo del trabajo o se encuentren en situaciones de incapacidad o invalidez. Habrá mucha mayor desigualdad y familias que ya quedarán hipotecadas de por vida.    Hablo con un joven, sin familia, en paro y sin recibir prestación económica alguna. Le comentan que, “legalmente”, no tiene derecho a ninguna prestación, solo que el municipio en el que reside, a través del ayuntamiento, le facilite ayudas de emergencia y alimentos, después de tener que presentar una serie de documentación y con suerte de que dispongan de los recursos necesarios. Está pensando en tirar la toalla. 
   Me encuentro con una joven, con cierto grado de discapacidad, casada y con hijos menores. Con cuatro miembros de la unidad familiar, solo ingresan cerca de 600 euros mensuales. Con eso tienen que vivir. La joven, hace algún tiempo que recurrió a la ayuda de sus padres para que le cuiden y mantengan a sus hijos.  Este matrimonio vive, cada día, con una angustia permanente y no ven que su futuro pueda mejorar a corto plazo. 
    Otro joven se queja de no poder tomar parte en unas pruebas de selección, convocados en su ayuntamiento, porque se lo comunicaron con apenas tiempo para presentarse. La administración local era consciente de que no tenía ningún tipo de ingreso y que es un parado de larga duración. Y así podríamos seguir con cantidad de casos reales … Pero la vida sigue. 

CASOS REALES

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