Tres años

Este mes de mayo se cumplen 3 años de los 4 del ciclo electoral municipal y como todo aniversario es buen momento para hacer balance. Son tantas las cosas que contar y tan poco el espacio de esta columna que intentaré sintetizarlo en dos aspectos, que me parecen relevantes, sobre las promesas de gestión de lo público de Marea Atlántica. 
Lo primero sería reseñar que aquello de que venían a cambiar las cosas, a abrir las ventanas y a refrescar la política municipal, se tradujo en una milonga. Pero no en su acepción de baile rioplatense, sino en su uso popular como definición de inventar historias y narrar falsedades. Pese al empeño en hacer ver que diferenciarse de todo lo anterior es bueno, se encuentran con la tozuda realidad de sus propios hechos. Día a día demuestran ser valedores de prácticas torticeras, de nota de prensa anticipada y maliciosa, primando destruir al adversario, laminando su pasado y quebrando confianzas para cualquier consenso. Ellos y solo ellos, anhelan. Paradójicamente están utilizando la misma estrategia del Partido Popular en su mandato anterior. Así les fue. Porque el resultado de la estrategia política de criticar todo lo pasado y dinamitar posibles puentes de acuerdos, no es el esperado de laminar al contrario. Es que la ciudadanía dice: “Vale ¿Y tú qué?” Y si, por el tiempo perdido en rebuscar en los cajones, no fuiste capaz de hacer nada, te quedas sin relato. Los de antes hicieron un túnel mal rematado, los de ahora, todo lo más, inaugurarán un carril bici y una cubierta del estadio. Será una buena foto si se les ocurre cortar una cinta. Preparen sus móviles, porque a estas alturas de lo “nuevo” podemos esperar cualquier cosa. 
Y luego está la supuesta aura de ética, honradez y transparencia, que aderezó buena parte de su efectista retórica electoral. Pero ¡Ay la moqueta! que grandes efectos terapéuticos tiene. Todos los demás éramos unos sátrapas, solo ellos eran puros e inmaculados. La hemeroteca les acompañará siempre. El colofón a decenas de apaños con afines y de “libres concurrencias” moldeadas como plastilina, es la trafulcada de la compra de una oficina por piso a un “compañero” con los impuestos de la ciudad. Y en ese sentirse “intocables” lo aderezaron con un segundo pisito que tampoco cumplía los requisitos, pero dio igual. Todo por la causa: reforzar el perímetro de fieles, para que cuando hagan falta estén agradecidos… y con posibles. Muy mala pinta tiene este asunto. Ellos sabrán, pero desde luego, si se dicta, por quien compete, que haya que revertir la compra,  se exigirán las responsabilidades políticas correspondientes. Y es que, además, en materia de honradez pública y transparencia hay instituciones independientes que se preocupan en cuantificar parámetros objetivos, para evitar que la subjetividad de la percepción de qué es, o no, transparente siembre dudas. El resultado de estos tres años de gobierno es la caída libre en los ránking de ciudades. Pasamos del puesto 20 en 2009 (con un gobierno socialista, por cierto) al puesto 90 del 2016, que se dice pronto.
Un último apunte, no les pregunten por la Banca Ética, no les gusta. Claro.

Tres años

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