El cambio necesario

Era el último minuto de la Liga del 94 y el penalti al Valencia, que nos daba el campeonato, reventó Riazor. Allí estaba yo. Minutos después, la consternación quebró los corazones. Al día siguiente la ciudad entera paseaba cabizbaja. Pero el fútbol es lo que tiene y un año después se lo “cobramos” en la final de Copa. 
Y vuelve Valencia a cruzarse en nuestro camino. El Gobierno asume la deuda de 350 millones del Consorcio (suyo en un 40%) que gestiona la dársena, contraída por las obras para la Copa América de Vela y la Formula 1. El agujero surge en los tiempos de fuego y gloria de los populares valencianos, cuando saludaban en Ferrari descapotable al respetable. Ya sabemos cómo acabó aquello.
Y ante el problema que arrastramos en A Coruña con la deuda de la construcción de punta Langosteira, no tardamos en pensar todos: ¿Y nosotros qué? 
No nos puede alegrar más que en ese “todos” estén también los populares gallegos, por fin se suman a reclamar algo a Madrid. Cualquiera pensaría que en estos ocho años actuaron igual. Ya verán como a partir de ahora será cotidiano. 
Permítanme unas reflexiones sobre lo que pasó en estos últimos siete años en A Coruña y Arteixo con sus puertos. 
Lo primero señalar que el coste de la obra de punta Langosteira pasó de 390 a, de momento, 750 millones, sin estar todavía rematada. El responsable principal de este monumental desaguisado, el presidente de la Autoridad Portuaria de A Coruña, aun ni lo explicó, ni rindió cuentas y, pese al demoledor informe del Tribunal de Cuentas sobre su gestión, ahí sigue. Hoy la deuda cifra 310 millones (hagan cálculos). 
Gracias a él y a sus valedores todo fueron dificultades para articular soluciones entre administraciones que permitiesen recuperar el liderazgo municipal en las decisiones sobre los terrenos a librar. En los cuatro años populares en la ciudad no les hizo falta, ya mandaban en todos los niveles. Los tres de Marea se explican por su, más que preocupante, falta de cintura para negociar con otras administraciones. Él feliz. 
Para terminar, evidenciar la tristeza que produjo ver al señor Feijoo, de la mano del Ministro de Fomento de entonces, ninguneando al alcalde y a la ciudad, diciendo que se quedaba con el 51 % de los mejores terrenos del Puerto coruñés para la Xunta por 20 millones y en “agradecimiento” subastarían, al mejor postor, La Solana y el Finisterre. Preludio de lo que nos esperaba.
Ahora, gracias al cambio y al paso dado por el nuevo Gobierno de España con el Consorcio de Valencia, se vislumbran, por fin, soluciones que permitan que la ciudad recupere el mando sobre su futuro. Todo pasa por el recuperar el entendimiento político perdido que alumbre la constitución de la figura jurídica entre administraciones que, liderada por el Ayuntamiento, permita acometer con garantías y responsabilidad el proyecto transformador más importante de nuestra historia, sin presiones de terceros sobre ventas precarias de suelo y, al mismo tiempo, arbitre la viabilidad de ambas dársenas. Los socialistas coruñeses lo hicimos posible en 2004 y ahora, en 2018, estaremos, otra vez, formando parte de la solución final. 

El cambio necesario

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