La economía circular de lo social

Uno de los debates pendientes de más calado es el de la sostenibilidad del estado de bienestar. Son cuatro los derechos que, a modo de grandes columnas, sostienen toda una arquitectura cívica de solidaridad, libertad y oportunidades a la que nadie está dispuesta a renunciar: pensiones, prestaciones sociales y al desempleo, sanidad y educación. Articulan, junto con un complejo entramado de bienes, servicios y prestaciones de las diferentes administraciones y sociedad civil, todo un espacio común que alberga nuestras vidas, ilusiones y esperanzas. Nuestro país.
Desde hace unos años me ocupo y preocupo sobre cómo desde lo local podemos contribuir a su sostenimiento. Aunque con cierto desasosiego por la interpretación de parte de la ciudadanía, valoro como un gran logro los avances en la mejora de la calidad de vida de la inmensa mayoría de los españoles, pese a las dificultades que cada día se presentan y las incertidumbres que el modelo alumbra. 
No soy de los que se conforman, pero para nada comulgo con estas nuevas corrientes políticas que desacreditan en exceso el presente para ganar espacio en su ideario. Si todo fuese medianamente bien pocos les votarían, piensan no sin razón, y actúan en consecuencia. 
En el debate sobre la sostenibilidad del sistema la lógica aritmética se impone tozuda. No parece haber salida con el esquema tradicional de razonamiento. Todo pasa por apretar en los costes del sistema, precarizando las actuales prestaciones y cuando toque, por proyección de exceso de deuda, alargar la edad de jubilación. 
Es desesperante la falta de liderazgo en la apertura de nuevos caminos que alumbren soluciones. El problema es que lo “políticamente correcto” se ha impuesto en el discurso y quien se salga del carril se queda en la estación. Y lo que es más grave, apeado por los suyos. A uno solo le queda resoplar cuando escucha las arengas de los tradicionales planificadores de lo social, generalmente conservadores, premonitorios del fatal desenlace. 
La vía de la innovación social desde lo local ofrece infinitas posibilidades para cambiar la inercia del modelo. Es mucho lo que se puede hacer por repensar los programas mejorando la cadena de valor de la inversión pública. 
Uno de los campos más apasionantes para la transformación son los que se centran en los mayores de 65 años. La economía circular no solo ha de vincularse con el medio ambiente, también tiene que analizarse su potencial en clave social ¿O es que los 1.000 euros de una pensión no se gastan en la economía local? Gran parte de lo que el Estado destina al mantenimiento del sistema retorna al mismo, bien vía dinamización económica, bien vía ahorro. Si en los millones de euros que A Coruña destina a programas sociales para mayores se activasen proyectos globales que primasen el mantenimiento en el hogar combinando cuidados, alimentación y ocio, sumando telegerontología y ayudas a la rehabilitación en accesibilidad y usabilidad intergeneracional, eliminarías del sistema estatal gastos asistenciales de residencias y sanitarios de hospitalización y de enfermedades crónicas. Es lo que se llama sumar en lo local para restar en lo global, la economía circular de lo social.
 

La economía circular de lo social

Te puede interesar