El riesgo de Podemos en Venezuela

El diario “El País” ha planteado la urgencia de que Podemos aclare si su estándar de democracia es el mismo que el que representa el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cuya deriva autoritaria es evidente. Tanto, que algunos ya lo tachan de dictador.
Para el diario de Prisa, los españoles tienen derecho a saber si la suerte que les esperaría si Podemos gobernara y ellos decidieran oponerse a sus políticas sería similar a las que sufren los ciudadanos e instituciones venezolanas que han decidido defender la democracia del autoritarismo de Maduro.
Además de que “El País”, como cualquier otro diario, tiene pleno derecho a ejercer su libertad de expresión, del mismo que otros medios pueden secundar su postura o criticarla –ya se dieron ambos supuestos en España–, lo que plantea tiene una trascendencia proporcional a la dimensión política de Podemos, que es grande, como lo prueba el hecho de que el primer periódico español considere su opción como alternativa de Gobierno.
La novedad no está tanto en que un país de América Latina sufra una deriva totalitaria o que un partido político español con representación parlamentaria no condene una pérdida de calidad democrática o directamente una dictadura. Por desgracia, en España hay casos de partidos de izquierdas y de derechas que no siempre condenaron los atropellos democráticos del comunismo y el fascismo.
La novedad está en que un partido con opción de gobernar titubee ante lo que acontece en Venezuela, donde la elección anticonstitucional de la llamada Asamblea Nacional Constituyente disuelve la democrática Asamblea Nacional, elegida en los comicios del 6 de diciembre de 2015. Por el contrario, la mayoría de partidos políticos españoles, excepto Podemos, ya condenó la pretendida anulación judicial de la Asamblea Nacional, el poder legislativo venezolano. Y ahora que Maduro planea su sustitución por una asamblea constituyente de más que dudosa calidad democrática, las críticas arrecian.
No hay novedad porque el manual de estilo de la izquierda tradicional no condena los desmanes de un gobierno comunista o que pretenda implantar el comunismo, algo que en Venezuela se llama socialismo del siglo XXI de manera edulcorada. Es más: se trata de una de las grandes diferencias de los comunistas clásicos con respecto a los socialistas o socialdemócratas, partidarios siempre del reformismo en el marco del Estado de Derecho, mientras que los comunistas y afines están dispuestos a aceptar fórmulas revolucionarias por mucho que hipotequen las libertades civiles: caso de Cuba.
Tal vez el mayor perjudicado por esta posición será el propio Podemos, que seguirá teniendo votantes partidarios del comunismo -en democracia todo es posible–, pero seguramente no los suficientes para ser un partido de gobierno en un país occidental democrático como es España. Y no porque lo exija El País o lo propicie la CIA, sino porque en Europa ya no se lleva ser totalitario ni defender a quienes lo son.

El riesgo de Podemos en Venezuela

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