PÉSIMA Y CANSINA OBRA POLÍTICA

Si España no tuviese problemas graves (paro, déficit, ausencia de modelo económico alternativo al ladrillo, corrupción) y asuntos urgentes (pensiones, financiación autonómica...) podría limitarse a ironizar con sarcasmo o reír con sorna ante la pésima y cansina obra teatral de gran parte de su clase política, pero como tiene esos y muchos otros problemas, la situación no admite otra opción que calificarla de grave o muy grave. Lo que en un país rico como Suiza o Luxemburgo podría tener cierta gracia, aquí aburre.
Es verdad que no todos los grupos políticos tienen la misma responsabilidad, ni han hecho los mismos papeles, pero el resultado es negativo para todos. Haya o no nuevas elecciones, se supone que debería cambiarse de inmediato la regulación de la investidura, para evitar que esta lamentable situación de desgobierno pueda volver a repetirse. Es inconcebible como en un país donde se regula casi todo el legislativo haya consentido  vacíos legales en el proceso y el calendario de elección del presidente del Gobierno.
Lejos de lo que sucedió en la Transición, donde un espíritu de responsabilidad propició el diálogo y una cierta confianza entre los líderes de los partidos, la España de hoy exige regulaciones más precisas, sin margen para una clase política partidista e irresponsable, en medio de la ausencia de liderazgo en el conjunto de las instituciones. Es evidente que nombres como los de Suárez, González, Carrillo, Fraga, Roca o Juan Carlos no tienen hoy correspondencia con la nueva realidad política, que es la que han querido los partidos y la que han votado los ciudadanos, de modo que tampoco sería justo no reconocer la responsabilidad de todos.
Dice un editorial del diario “El País” que Rajoy ha dejado pasar las semanas sin dar respuesta al envite de Sánchez y Rivera, en una actitud tan desconcertante como resultó su renuncia al encargo del rey, al término de la primera ronda de conversaciones. Y el diario de Prisa puede tener razón, ya que Rajoy representa al partido más votado, pero no es menos cierto que el problema político de España no se reduce al presidente en funciones, sino que se extiende al conjunto del sistema político  y al andamiaje económico que le da soporte. Las cosas como son.

PÉSIMA Y CANSINA OBRA POLÍTICA

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