Las universidades catalanas

dice Fernando Sabater que “no hay nada más de derechas ni sectario que el independentismo” que en Cataluña invade cada día nuevos espacios públicos. La semana pasada le tocó al espacio universitario con una huelga en la que unos embozados, convenientemente manipulados, impidieron asistir a clase a los alumnos que quieren estudiar, entre ellos algunos gallegos. 
Pero más allá de la huelga y de los piquetes, la irracionalidad la pusieron las autoridades académicas de los siete campus con manifiestos en los que  rechazan la sentencia del Supremo, piden la “libertad de los presos políticos” y reivindican el “derecho de autodeterminación” que no existe en la Constitución española, ni en ningún país del mundo. La Politécnica de Barcelona y las universidades de Lleida y Girona aún fueron más lejos en sus pronunciamientos. 
Tan grave o más aún es el cambio de procedimiento en la evaluación de los alumnos que secunden la huelga y de los que quieren acudir a manifestaciones y revueltas callejeras, a los que dispensan de la presentación de trabajos y de la evaluación continua por una única prueba final que podría acabar en  “un aprobado político”. 
Estas facilidades insólitas adulteran los resultados de la actividad académica, desprestigian a las instituciones y sientan un precedente que se podrá invocar en otras situaciones conflictivas. Con esta medida, en Cataluña los aprobados se ganan en las barricadas, levantando adoquines y lanzándolos contra los policías. Todas las universidades deben ser lugar de encuentro, de diálogo e intercambio de ideas, pero las catalanas están secuestradas por un nacionalismo irracional que las aleja de los principios democráticos del Estado de Derecho y de la separación de poderes que se enseña en las aulas. 
Sus órganos de gobierno deberían ser neutrales, pero posicionados a favor del procés rompen esa neutralidad y se apropian del pensamiento de toda la comunidad educativa. Ese secuestro explica también que no se pronunciaran cuando el Parlament aprobó en 2017 leyes inconstitucionales, al margen de cualquiera planeamiento democrático. 
Hay que decir que, en medio de este caos, unos 800 profesores denunciaron la falta de neutralidad de los rectores y muchos estudiantes, desafiando el matonismo independentista, accedieron a las aulas. Estas honrosas excepciones aportan cordura e impiden que las universidades catalanas sean abducidas del todo por nacionalistas descerebrados para su causa política.

Las universidades catalanas

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