Pagamos mucho

Cuando se acerca el fin de año, los medios de comunicación difunden informaciones de asesores fiscales que aconsejan aprovechar las pocas alternativas legales para desgravar y pagar menos impuestos.
La percepción generalizada de los ciudadanos es que la fiscalidad es muy alta para nuestro nivel de renta. Lo dice la encuesta “Opiniones y actitudes fiscales de los españoles en 2017” del Instituto de Estudios Fiscales (IEF): un 60 por ciento cree que paga muchos impuestos. 
Más contundente es la profesora Elvira Roca, que escribía en agosto que un trabajador español –datos también de 2017 del Institut Economique Molinari– “curra desde el 1 de enero hasta el 8 de junio, como media, para cumplir con sus obligaciones tributarias”. 
Su afirmación es constatable empíricamente por cualquier mortal que desde que enciende la luz al levantarse, abre el grifo del agua fría o caliente, sale con el coche, surte combustible, efectúa unas compras, toma un café o unas cañas…, hasta que regresa a casa y apaga la luz está pagando impuestos. Sumando los IBI, el impuesto de circulación, los seguros y otros tributos, el hartazgo ciudadano está más que justificado. 
Fundamentalmente por dos razones. La primera la expresan los mismos encuestados por el IEF que creen que los impuestos que pagan no son compensados con los servicios que reciben que, además, empeoraron en los últimos años. A la hora de repartir responsabilidades, culpan a los políticos que no gestionan el dinero recaudado por la vía impositiva aplicándolo a los fines adecuados.  
La segunda razón ya no es percepción, es la seguridad de que nuestros impuestos están sosteniendo un entramado administrativo voraz e insaciable, con chiringuitos y cargos público, mediocres unos e ineficientes otros, asesores, coches, tarjetas de pago… Esa estructura, voraz e insaciable, crece cada día instalada en una espiral de gasto que, además de insostenible, en nada contribuyen a mejorar el bienestar ciudadano. 
Las administraciones públicas en todos sus niveles son un monstruo que vive a cuenta de los trabajadores –las rentas del trabajo son el sustento del sistema tributario– y detraen recursos que estarían mejor empleados atendiendo otras necesidades. ¿Escucharon a algún político hablar de reformarlas para reducir el gasto público?  
Seguro que la fiscalidad, que irá a más para sostener el tinglado, dará mucho que hablar. Mientras, sigamos los consejos que dan los expertos estos días para desgravar algo el año que viene. 

Pagamos mucho

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