¡Ministro pensando!

En una viñeta de Idígoras y Pachi dos viajeros que circulan en su coche por una carretera sinuosa encuentran una señal de peligro con una figura en el interior del triángulo y debajo la leyenda “¡peligro, ministro pensando!”. Es de febrero de 2011, cuando los ministros del Gobierno de entonces nos sorprendían a diario con ocurrencias que parecían concebidas para entretenernos.
Rescato de la hemeroteca aquella “ventana de humor” porque ahora, casi seis años después, volvemos a tener a un “ministro pensando” de dónde sacar el dinero para el ajuste de 5.000 millones, mandato de Europa para reducir el déficit. El señor Montoro vuelve a subir los impuestos especiales, como en 2012, y grava, entre otros, bebidas alcohólicas, tabaco y carburantes que desencadenará la subida de todos los productos y servicios dependientes del transporte. En enero lo veremos.
Subir impuestos es la fórmula socorrida de los gobernantes mediocres que desde sus despachos confortables atracan a los ciudadanos sin tener en cuenta que sus salarios fueron recortados durante la crisis, perdieron un 10 por ciento de poder adquisitivo y tuvieron que hacer frente al aumento de la presión fiscal municipal del 9,88 por ciento, que en Galicia fue nada menos que un 21,02 por ciento.
Con empleos precarios y sueldos bajos –300.000 gallegos cobran menos del salario mínimo– y con tantos recortes como han sufrido los trabajadores es una provocación elevar la presión fiscal sin hablar antes de reformar el sistema tributario, de un plan serio de persecución del fraude y, sobre todo, sin acometer el recorte del gasto público eliminando el complejo entramado de chiringuitos improductivos –“la grasa del Estado”– que hay en las administraciones.
Decía don Ciprián de Penalva que “o país pode con todo”, pero los gastos fijos –intereses de la deuda, pensiones, subsidio de paro, Estado de bienestar…– aumentan sin parar y, sumado el coste de la estructura política y administrativa del Estado central y las 17 autonomías creadas a su imagen, los ingresos no alcanzan, el país no puede.
Por eso, con este nivel de gasto –in crescendo por las exigencias de “todo gratis y para todos”– no hay impuestos que lleguen para mantener el tinglado político-administrativo y social montado cuyo sostenimiento pasa, según los expertos, por producir más y gastar en consonancia. Eso mismo decían nuestras abuelas: no estirar el pie del gasto más de lo que da la manta de los ingresos.

¡Ministro pensando!

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