La memoria histórica de Juliá

El historiador gallego Santos Juliá deja una obra rigurosa sobre la República, la guerra civil y la dictadura, las víctimas de la contienda y del franquismo y la Transición. Capricho del destino, este estudioso del franquismo no pudo ver la exhumación y traslado de los restos de Franco del Valle de los Caídos al cementerio de El Pardo.
Sería una temeridad intentar hacer aquí una reseña de la obra de Juliá, pero en el espacio de que dispongo quiero recordar dos piezas de su autoría, un artículo y un libro. El artículo “Echar al olvido” (El País, 15.06.2002) fue publicado en el 25 aniversario de las primeras elecciones democráticas y es una síntesis deliciosa de los años que siguieron a la muerte de Franco.
El Gobierno de 1976 dio los primeros pasos para realizar la Transición del régimen dictatorial a la democracia y en 1977 –“annus mirabilis en la historia de España”– se aprobaba la Ley de Amnistía, se estaba gestando la Constitución y el Parlamento democrático pedía el ingreso de España en Europa. Aquellos políticos no olvidaron la historia, sino que, “por recordarla, decidieron no repetirla”, actitud que Juliá expresa con la voz del DRAE “echar al olvido”.
En el libro “Transición. Historia de una política española (1937-2017)” recuerda que la Transición es una historia de un largo aprendizaje “que viene de atrás, de cuando un socialista se sienta con un monárquico en los años 40, un católico se sienta con un comunista o un franquista con un miembro de la oposición”.
Ese aprendizaje condujo a que, muerto el dictador, políticos de diversa procedencia e ideología, pero todos con sentido de Estado, optaran por la reconciliación y la concordia. Así nacieron los pactos políticos, económicos y sociales que alumbraron los mejores años de progreso y bienestar de España. La Transición, dice Juliá, no fue una revolución, ni una continuación de lo que había, fue una transacción en la que todos cedieron algo de lo que habían soñado.
Cuando recogió el premio Umbral que le dieron por este libro aconsejó a todos, políticos y ciudadanos: “cuiden el legado de la Transición”, la lección del pasado que ayuda a  resolver muchos problemas actuales, incluido Cataluña. Un gran consejo.
En su obra –y en la de otros historiadores– está la verdadera “memoria histórica” de la España contemporánea, el antídoto para que nadie siga difamando el “régimen del 78” y el remedio para sosegar los ánimos en este presente tan convulso y crispado.

La memoria histórica de Juliá

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