Los negacionistas

La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de informar de la erradicación de África del virus salvaje de la poliomielitis tipo 3, una victoria que fue posible gracias a los gobiernos y al personal sanitario que desarrollaron un plan intenso de información y una campaña masiva de vacunación, venciendo la resistencia de las tribus y la oposición de los anti vacuna que asesinaron a 20 sanitarios en Nigeria. “Es una victoria formidable, afirmó Tunjui Funshuo, un  médico nigeriano que dedicó su vida a esta causa.

Unos días antes de esta gran noticia cientos de personas se manifestaron en Madrid al grito de “El virus no existe”, sin mascarillas ni distancia de seguridad. Son una muestra de los negacionistas del covid-19 que, como los antivacunas, consideran que esta crisis sanitaria es “un montaje de las élites” para implantar un nuevo orden mundial. Complementan sus teorías estrambóticas con mensajes y eslóganes estrafalarios, contrarios a la evidencia científica y a la realidad del virus que dejó a miles de personas contagiadas, hospitalizadas y muertas.  

Los estudiosos de este movimiento dicen que está alentado por una mezcolanza de grupos supremacistas, antisistema, de ultraderecha, seguidores de pseudociencias y de terapias alternativas. Pero que nadie piense que son unos ignorantes, como algunas tribus africanas que se oponían a la vacuna de la polio. 

La convocatoria de Madrid fue realizada por un individuo que se presentó como profesor de yoga, escritor accidental, psicoterapeuta y astrosicólogo. A su lado hay, abogados, marinos mercantes, ganaderos, matemáticos, al menos un cantante famoso ¡y médicos!. Se les supone cierto nivel de formación y sentido crítico, por eso son un peligro para la salud pública.  

Allá por el siglo XV el rey Luis XI de Francia promulgaba una Real Ordenanza que decretaba que “a todo hombre o mujer que haya vendido leche aguada se le coloque un embudo en la boca y se derrame en él lentamente esta leche hasta que un médico o un barbero diga que, sin peligro de muerte no puede continuar ingiriéndola”. 

Siguiendo el proceder del rey –no hay mejor cuña de la de la misma madera–, los responsables de la lucha contra el Covid-19 deberían reclutar a estos sujetos que se creen inmunes –también a los médicos–, darles unas pequeñas instrucciones y enviarlos a atender a los enfermos en residencias y hospitales “a pecho descubierto”, sin los Equipos de Protección. Sería un alivio para el sistema sanitario.  
En fin, que los desastres de la pandemia son manifiestos pero, en palabras de Rafael El Gallo, “hay gente pa tó”. Seguro que cuando llegue la vacuna serán los primeros en demandarla. Pero mientras pueden hacer mucho daño.    

Los negacionistas

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