La empatía de dos policías

Pese a la poca perspectiva que tenemos para analizar acontecimientos cercanos se puede concluir que una de las lecciones que dejó la pandemia hasta ahora -la única lección positiva- son las grandes muestras de solidaridad y empatía que se generaron en el seno de la sociedad. 

Los medios de comunicación, sobre todo los periódicos, publicaron a diario noticias de aportaciones de empresas de todos los sectores, desde las multinacionales y pymes a las grandes superficies comerciales, y las donaciones de muchos ciudadanos anónimos para combatir los efectos económicos devastadores causados por el Covid-19. 

Muchas familias que antes ya estaban al límite pasaron por la amarga experiencia de no tener que dar de comer a sus hijos y entonces aparecieron Cáritas, los Bancos de Alimentos, la Cocina Económica y otras ONG que fueron el brazo ejecutor de la distribución de tantas ayudas para que nadie pasara hambre. Todas esas muestras solidarias son, sin duda, lo mejor de los ciudadanos que asoma periódicamente en España. 

Pero la muestra de solidaridad y empatía más impactante la protagonizaron dos policías con un padre de familia en Zaragoza. Según el relato de El Periódico de Aragón, el 29 de mayo un hombre de 35 años entró en un supermercado del centro de la ciudad, fue a la zona de alimentación infantil y cogió cuatro potitos que escondió entre su ropa. El vigilante de seguridad se dio cuenta del hurto, le detuvo, llamó a la policía y ahí empieza la parte conmovedora de la historia. 

Los agentes de la Policía Nacional, tras revisar las cámaras de seguridad y conocer la versión del vigilante y de clientes presentes, escucharon al detenido que dio su explicación: es padre de familia, está en el paro, no tiene dinero y cometió ese hurto para dar de comer a sus hijos pequeños. 

Después de oír su versión los agentes se dirigieron a aquel padre angustiado para decirle “váyase que no hay nada contra usted” y cuando salió del centro comercial uno de ellos pagó con su dinero los cuatro tarros de comida infantil. La aplicación fría de la ley llevaría a comisaría a ese padre angustiado que tenía a unos pequeños en casa esperando por la comida, situación que evitaron estos servidores públicos interpretando la ley y la voluntad del legislador. 

La crónica de los hechos dice que los clientes presentes ovacionaron a los policías por su actuación que merece figurar entre “las historias ejemplares” como muestra de empatía que, según la RAE, es la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. 

Félix María Samaniego bendeciría su proceder con la moraleja “hurtar cuatro potitos no puede ser delito cuando se hace para alimentar a unos niños”.

La empatía de dos policías

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