El efecto Franco

En tiempos del franquismo, cuando se producía algún acontecimiento en el país que el régimen consideraba peligroso porque podía “alterar” al pueblo, el Gobierno desviaba la atención desempolvando el litigio de Gibraltar, los peligros del “comunismo ateo” o elevaba a la categoría de épica alguna victoria deportiva, sobre todo si el derrotado era un país de la órbita de Rusia. Naturalmente, TVE siempre estaba “creando opinión” al servicio de la causa.

Me acordé de algunos episodios de aquella época al ver la exhumación y entierro definitivo de los restos de Franco y líbreme Dios de pensar que el presidente Sánchez y sus asesores hayan tenido la aviesa intención de manipular a la opinión pública el día 24, como antaño hacía el régimen franquista.

Pero el desarrollo del acto tiene pinta de haber sido utilizado por el Gobierno con un triple objetivo: buscar un golpe de efecto electoral ante la caída en las encuestas; desviar la atención de su inhibición en Cataluña -al margen de la intervención policial- para neutralizar la sensación de que allí reina la anarquía y, en tercer lugar, huir de la mala situación económica que ese mismo día 24 certificaba la Encuesta de Población Activa.

A todo esto contribuyó el montaje de aquella mañana otoñal: asombroso paseíllo por la explanada, 24 cámaras de televisión –con TVE de nuevo al servicio de la causa–, “se hará en la intimidad, con total discreción”, decía la vicepresidenta y había cientos de periodistas... La guinda fue la comparecencia del presidente desde la Moncloa que casi se presentó como el adalid que cierra la Transición y trae la democracia a España.  

De esta forma, un acto de justicia como era que el dictador no permaneciera más tiempo con sus víctimas y tenía el aval de los tres poderes del Estado, fue convertido por el Gobierno en un acto obscenamente electoralista. Dice el cronista del tardofranquismo Joaquín Bardavío que en lugar de intentar llevar este asunto con discreción entre las partes implicadas “se planteó como un reto político, se levantó una bandera y se buscó una victoria”.

Eso mismo piensan muchos ciudadanos que, estando de acuerdo con la exhumación, lamentan que no se hiciera con el mismo espíritu de reconciliación y concordia que presidió la transición a la democracia, sin reabrir viejas heridas.  

Exhumado ya, cabe esperar que se cierre este capítulo de la historia. Entre otras razones porque saben que el “efecto Franco” no es el del Cid, ya no gana batallas electorales después de muerto.

El efecto Franco

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