Cuenta hasta cien

cuenta hasta cien, consulta con la almohada, es el consejo que solemos dar a las personas a las que queremos bien ante un problema o situación que les obliga a decidir entre dos o más alternativas. Se trata de que decidan con madurez y eviten equivocarse.   
Tomar decisiones sin contar hasta cien, o ni siquiera contar, es lo que viene haciendo el Gobierno en los cien días que lleva al frente de España. La última la protagonizó la ministra de Defensa, que, en plan estupendo, paralizó el contrato de venta de 400 bombas inteligentes a Arabia Saudí ante la posibilidad de que fueran utilizadas contra la población de Yemen. 
La venta no estaba asociada al contrato negociado y firmado entre el Reino de España y la monarquía saudí para la construcción de cinco fragatas, pero no era ajena a este acuerdo. La precipitación de la ministra, sin calcular que Arabia puede anular la compra de los barcos, pone en peligro unas calderillas de 1.800 millones de euros, que darían empleo durante cinco años a 6.000 a trabajadores de la bahía de Cádiz, con derivas laborales en Ferrol y en Cartagena. Y hace peligrar negocios de infraestructuras y aviación de otras empresas españolas. 
Los alumnos de primero de Derecho y hasta los ciudadanos leídos saben que romper el contrato firmado con un tercer país es muy serio. Atenta contra la seguridad jurídica y desacredita al país que lo hace, en este caso España. 
Naturalmente, la frivolidad de la ministra generó indignación en Cádiz y Andalucía entera, que están en pie de guerra, y en Ferrol y Cartagena reina la preocupación por los efectos colaterales de la ruptura de este contrato. Hasta el alcalde gaditano, el podemita Kichi, señaló que los trabajadores de los astilleros no son los encargados de diseñar la geopolítica mundial y lamenta la colisión de derechos, pero primero es “el derecho a que suene el pito de la olla” en sus casas.  
Dicho esto, tiene razón la señora Robles: es una atrocidad que estas bombas –las corbetas también son armas– sirvan para masacrar a la población del Yemen. Pero el Gobierno no puede practicar una ética a conveniencia. Sabe que España es un país vendedor de armamento y si quiere defender la línea pacifista tiene la solución en el BOE: cerrar las fábricas de armas.  
En el balance de los 100 primeros días el presidente afirmó que “este Gobierno hace lo que dice”. Pero rectificando mucho por la ignorancia, la osadía o bisoñez de sus miembros. Y rectificar tantas veces es propio de torpes.

Cuenta hasta cien

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