El poder político de la televisión

Recuerdo que en los años sesenta disponer de un televisor, aquel aparato con caja de plástico desde el que hablaba una persona y por el que se veían imagenes de múltiples bailarines y cantantes, era algo más que un lujo. Un encuentro visual que reunía a familias, amigos y vecinos para ver, sobre todo los fines de semana, los programas de larga duración con abundante música y varietés, o las películas del oeste en las que los buenos siempre eran los vaqueros y los malos los indios. 

La televisión ha marcado la vida de los de mi generación. Ha sido el instrumento de propaganda más importante que han tenido los gobiernos, totalitarios o democráticos. Su control ha estado siempre en la hoja de ruta de los mandatarios políticos. Historias recientes o pasadas así nos lo demuestran. De todos modos hoy en día la pluralidad de cadenas hace bastante más difícil obtener un rendimiento político a cuenta de las imágenes televisivas, pero los políticos lo siguen intentando y hay medios que les siguen apoyando en estas épocas en las que las noticias falsas pululan por todas partes.

Mucha importancia se le da en los procesos electorales a los debates televisivos entre los candidatos. Las discusiones en torno a su formato y participación siempre están a la orden del día. El último realizado en Galicia, en la televisión pública gallega, contó con la presencia de siete candidatos que deberían de haber plantado sus propuestas programáticas en torno a una serie de temas concretos, cerrados e incorporados en compartimentos. Una vez más el personalismo y el enfrentamiento quedó patente ante un electorado que creo no tiene muy en cuenta lo que sucede ante las cámaras para decidir su voto. Soy de los que creo que el voto está más que decidido desde hace meses cuando tendríamos que haber votado si no fuera por la pandemia.

Mi resumen televisivo es que tres fuerzas políticas que aglutinan a un total de siete partidos, se tienen que unir para intentar ser fuertes y derrocar al actual morador de Monte Pío. Y los otros tres candidatos, una mujer y dos hombres, utilizaron el minuto de gloria televisiva para darse a conocer y que los seguidores del debate supieran de sus currículos. Penoso, en verdad.

Insisto, creo que la televisión de los años sesenta movía masas mientras que la del nuevo siglo es más testimonial en este proceso. Y si no al tiempo.

El poder político de la televisión

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