En la atención sanitaria en aspectos administrativos hay que cambiar muchas cosas. Se sigue trabajando sin que las nuevas tecnologías solucionen la gran mayoría de los problemas y las demandas que planeamos los beneficiarios del servicio público de salud.
La informática es la tabla de salvación para los facultativos que pueden saber que males nos aquejan de antiguo, operaciones y pruebas practicadas y la medicación que estamos tomando. Y también para los boticarios que conocen al dedillo todas nuestras dolencias y achaques y lo que tomamos desde el punto de vista farmacológico.
Debo reconocer que la gran mayoría de las veces la persona que nos atiende o tiene un problema de estreñimiento—como se dice en el anuncio publicitario para tener mejor tránsito intestinal–, o está contra todo el mundo, en lo que se incluye reducción de días “moscosos” y de la paga extra.
En relación a lo que estoy comentándoles quiero ponerles dos claros ejemplos: las citas y los partes de baja semanales. En cuanto a las consultas médicas cada vez se retrasan más en el tiempo y puedes pasar a mejor vida sin que te hayan atendido. No es el primero, ni será el último paciente, al que le llamen para recordarle que tal día tiene cita, y del otro lado del receptor se oye: “Hace más de dos meses que se ha muerto…”.
Los partes de baja son la auténtica burocracia sanitaria –asumo la definición de “burrocracia” de mi compañero periodista Nacho Mirás–, sobre todo cuando enfermos de larga duración que se enfrentan a cánceres, quimioterapia y radioterapia, tengan o no posibilidades de movilidad, estén o no solos, tienen que llevar todas las semanas el parte para que su empresa no tome medidas que siempre están más cercanas a engrosar la cola del paro.
Y la burocracia sanitaria riza el rizo cuando te llaman a casa preguntando por ti diciendo que no saben nada de lo que te pasa—inspección médica o de la mutua–, y reciben respuestas como esta: “¡No saben que tiene un cáncer y que le queda muy poco tiempo de vida…!”.
Los que nos administran, los gobernantes, tienen que buscar fórmulas para evitar este calvario a familias y pacientes rotos a la hora de justificar su ausencia del puesto de trabajo. Hagan como con las embarazadas: partes al principio y al final. En la gran mayoría de los casos, los de larga y penosa enfermedad, se podría hacer lo mismo. Evitémosles más sufrimientos. Y la baja laboral lo es para muchos de ellos.