Alcalde inesperado

La elección del alcalde, cuando no existe una mayoría absoluta, es una responsabilidad de las distintas fuerzas políticas y coaliciones que integran la corporación municipal. Son sus votos particulares, no los de los electores, los que otorgan el bastón de mando. Las sorpresas en otros tiempos estaban a la orden del día. Durante un largo trayecto de mayorías absolutas apenas las arenas movedizas deglutieron a los que tendrían que ser máximas autoridades municipales y que no lo fueron por cuestiones económicas o de tipo personal que les pasaron factura en los pueblos en los que deberían ser sus regidores.
Recuerdo una anécdota de los años ochenta en una de las ciudades importantes de Galicia con un concejal electo que encabezaba la candidatura de un partido mayoritario que no había tocado poder. En los bolsillos de su chaqueta llevaba dos discursos. Uno saludando al nuevo regidor desde la oposición y el otro por sí ocurría algo raro y le entregaban el bastón de mando. Algo bastante improbable puesto que no representaba a la fuerza mayoritaria/minoritaria y en frente tenía a dos partidos con el cuño de la de la derecha, más o menos centrada. Cuando los miembros de la mesa, los concejales de mayor y menor edad, contaron los votos se llevaron una sorpresa: había ganado el que no era lógico que lo hiciera ante la correlación de fuerzas que había. Dos votos, que nunca se supo de quienes eran, le habían otorgado la mayoría para gobernar el ayuntamiento. Cosa que hizo durante un montón de años, y con mayorías absolutas. El alcalde inesperado sacó de su bolsillo izquierdo de la chaqueta –fue una premonición por su filiación política– el discurso de toma de posesión. Yo guardo en mis archivos y como recuerdo una copia del otro que, en verdad, como líder de la oposición ,sería el que debería leer.
Traigo esta anécdota a colación ya que dentro de 48 horas quizás se puedan producir sorpresas de esta índole. La correlación de fuerzas en los municipios es muy variopinta. Hay muchas corporaciones en pueblos pequeños que van a estar integradas por hasta siete fuerzas políticas, coaliciones, mareas o agrupaciones de vecinos, sin que haya mayorías absolutas. Se les augura una gobernabilidad difícil, que otorga un nuevo aliciente a nuestro mapa político de la responsabilidad en el ejercicio del poder, donde el entendimiento, el consenso y el diálogo van a estar a la orden del día. Los partidismos, las rencillas personales y políticas, que tanto daño han hecho, tienen que quedar aparcadas a la entrada de los salones de plenos. Es la hora de gobernar pensando en el pueblo, en los electores, en los vecinos, y no en los rendimientos económicos particulares a los que se sumaron tantos corruptos y presuntos corruptos en vía de enjuiciamiento.
Hasta el final cualquiera es alcaldable. Seguro que nos vamos a llevar sorpresas. Serán el preámbulo de algo mayor que llegará en los finales del otoño ya acercándonos al invierno cuando tengamos que elegir a los que nos van a gobernar en los próximos cuatro años. Esa ya es  harina de otro costal y para otro molino.

Alcalde inesperado

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