Tiempo y silencio

Rafael Sánchez –treintañero, nacido en Basilea, hijo y nieto de españoles– dirige en “La abadía” la adaptación escénica de una novela muy española e interesante que marcó un antes y un después de la narrativa nacional. El tunecino Rafael Sánchez ha sabido beber en el teatro moderno alemán y no desconoce autores como Pedro Almodóvar, Lorca, Sastre, Arthur Miller y Sakespeare. Emplea palabras profundamente alemanas pero se expresa en el más cautivador español. 
Y para presentarse en cartel ha elegido una obra endiabladamente difícil por serena como la superficie de un lago sereno. Luis Martín Sánchez nació en Larache –protectorado español de Marruecos– y murió en Vitoria en 1984 al sufrir un accidente de tráfico que recuerda el de Albert Camus, por su profesión de psiquiatra relacionado con los doctores López Ibor y Castillo del Pino. También dirigió el hospital psiquiátrico de San Sebastián. 
Publicó una sola novela, “Tiempo de silencio”, para darlo a conocer a todos los libreros del país. Sin duda revolucionó la novela apartándose de los temas del siglo XX. Vivimos desde entonces metidos en el hoy que nos hace ver que no vivimos en un simple burdel si abrimos los ojos al hoy. 
No son simples narradores sino personajes de una sendas panorámicas que aparecen y desaparecen como los ojos del Guadiana y el campo de Damiel, mientras el protagonista se dedica a investigar. 
Una historia que impacta con 1940 y los cuentos que la abuela le contaba mientras lo dormía. Donde el hombre construía las catedrales para alcanzar el cielo. Tiempo de silencio donde no se ve ni observa nada. Aparte de su calidad, hay pocos textos que me hayan conmovido como “Tiempo de silencio” donde la negación adquiere la dureza del acero. 

Tiempo y silencio

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