Mi rincón favorito

Podría escribir sobre cualquier cosa. Abundan los temas. Se multiplican. Auge del populismo como epidemia negadora de libertades. Volvemos a la Edad Media con oleadas de muerte que segaba cuanto topaba. O el trágico terrorismo que ha adquirido DNI Internacional, sin olvidar los miles de refugiados que luchan a brazo partido por un sitio sin bombas. O los emigrantes en pateras- utilizando también otros medios peligrosos- por alcanzar la tierra prometida. Guerras que combaten religiones, ideologías y culturas. También cataclismos naturales que asumen protagonismos inesperados.
Sin olvidar los muchos personajes que caminan al lado. Pablo Iglesias y Errejón, Pedro Sánchez rasgando de arriba abajo al PSOE, Albert Rivera como niño bueno en la procesión democrática. Los separatistas vascos y catalanes anunciando el adiós que sustituirían por trato diferencial y preferente al resto de compatriotas. El híbrido presidente del Ejecutivo y su sangre helada. Ese Papa Francisco politiquero que atiende más a la diplomacia que al rebaño que le ha sido confiado.
Adquisiciones lúcidas y sombras frívolas. Las corrientes –hoy diríamos mareas– y las figuras –hoy diríamos antisistema– que nos decía D’ors.
Pero yo quiero hablar de mi plaza de Pontevedra. Rincón favorito que me acoge con piar de alumnos de las Escuelas da Guarda, las risotadas de chicos/as del Instituto o el vuelo rasante de golondrinas sobre ruedas mezclados con bicicletas, partidos infantiles de fútbol o encestadores incipientes hacia la NBA. Una vista para observar la vida a pie de páginas. Abuelos que cuidan de sus nietos, madres que pasean sus coches bebé, aquella pareja adolescente que se besa apasionada… Acompañantes con impedidos. Sillas de ruedas, andadores, bastones para ratificar el enigma de la Esfinge y su animal de tres patas. Aquí no hay contaminación. Sólo sabor salado y sol amoroso y cálido.

Mi rincón favorito

Te puede interesar