Punta Langosteira, suma y sigue

Vivir no es necesario; navegar, sí. Más o menos fue la frase conque el general Pompeyo arangó a los capitanes de su escuadra cuando estos le pidieron aguardarse a que pasara la tempestad. Nombrado por el Senado de Roma para abastecer de trigo la ciudad cumplió su peligrosa misión. La polar es lo que importa. 
Únicamente el norte señala el camino, salvo la excepcional desviación señalada por la aguja de la brújula. Resulta también oportuno señalar que el campamento universitario del S.E.U. en Bargondo había admitido el lema como consigna… Dentro de parámetros similares se inscribe el nuevo muelle de Punta Langosteira. El Consejo del Puerto ha destinado veinticuatro millones de euros a la nueva instalación- longitud de 350 metros- que unirá los dos ya existentes en la dársena exterior.
Ahora que las cosas marchan viento en popa parece justo recordar a los esforzados de la ruta que supieron esperar contra toda esperanza. Construyendo una autopista colosal para uso de rutas marítimas internacionales. 
La Coruña es fiel a su naturaleza de gran puerto de los ártabros y a los mares de esquina que señalan las cartas de navegación. Cabeza, guarda, llave y fuerza antemural de agua salada. Potente locomotora que arrastra toda Galicia. Porque fuera de estos muelles donde atraca la optimista mañana o el melancólico atardecer solo encontramos la nada de Anatole France. Un infinito que no envuelve, pues de allí venimos y allí volveremos. La nada es un absurdo y una certeza; no se puede concebir, y, sin embargo, es.
La urbe camina a pasos agigantados. Se ha calzado sus botas de siete leguas y hace caso omiso de quienes pretenden nos despeñemos por el acantilado… Mientras los ases de nuestra partida de poquer brillan insistentes: refinería, inditex, actividades empresariales,puerto exterior. Mares hechos por Dios sin pensar en maestros ciruelos ni asesores que prodigan consejos que jamás cumplen.

 

Punta Langosteira, suma y sigue

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