José Antonio, mito humanizado

Durante los años 1936 y 1937 de nuestra última guerra incivil, por las filas victoriosas de los sublevados contra aquella República prostituida desde 1934 en Asturias, corría nostálgica una jota que lloraba al ausente: “Échale tristeza al vino,/ y amargura a la guitarra,/ camarada, nos mataron/ al mejor hombre de España”. Se trataba de José Antonio Primo de Rivera, ordenado asesinar por un tribunal popular tras un simulacro de juicio en Alicante. Ahí empezó el mito para cuatro ilusos que creían en el sindicalismo vertical, la nacionalización de la banca y en el trabajo, el pan y la justicia para todos los españoles.
El resto –tanto de un lado como de otro– es muy conocido. El triunfo franquista, los días de hambre, el aislamiento internacional, la recuperación económica con los ministros del Opus Dei y pactos con los americanos por consecuencia del telón de acero impuesto por la URSS. Bueno, sí. Como buenos tragicómicos de nuestra Historia trasladar un cadáver de un sitio a otro sin dejarlo reposar. Primero desde Alicante a la lonja de El Escorial –recordar la película ¡Presente!” que testificó la truculencia fascistoide–, y después, al terminar el cementerio de Cuelgamuros, su entierro al pie del altar. Dados los genes nacionales y memeces histéricas no nos sorprendería otro nuevo traslado...
Pues ahora se trata de profundizar en el valor humano de aquel abogado soñador. Así el teatro Arlequín de Madrid, estrena estos días “Mi princesa roja”, musical sobre tan controvertida figura que lleva la firma de Álvaro Saénz de Heredia. Dramatiza los amores de José Antonio con Elizabeth Asquid. Relaciones apasionadas. Poesía. Coincidencia de ideas. Romanticismo. Inquietud por la justicia social. Jesús Cisneros depara un excelente José Antonio e Irene Mingorance a su querida Elizabeth. Sobre el escenario, mueve también la trama Sonia Reig, actriz que encarna la muerte.

José Antonio, mito humanizado

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