Flojera de coraje

Anivel del bárbaro tatuaje que hemos dado a nuestro territorio-nacional, autonómico, provincial y local- vivimos un mar de palabras en un desierto de ideas. Mucho bla, bla, bla. Pero sin determinar objetivos posibles y concretos. Retórica. Profusión variopinta de fines que jamás se conseguirán. Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias son títeres del teatro guiñol que padecemos. Todo por miedo a aplicar ese artículo 155 de la Constitución que defiende la integridad de España. Olvidan o quieren olvidar su principal obligación por temor al que dirán o las maneras correctas o incorrectas de gobernar. Tampoco evocan al pelotón de soldados que siempre salva a la civilización –Oswaldo Spengler y su decadencia al canto– que en nuestro país tiene antecedentes y fue aplicada al proclamar Companys la República Catalana.
Mientras acá vigilan nuestras águilas de la ley para arreglar la cuestión catalana de una vez y hacer esos cuatro o cinco apaños que necesitamos urgentemente. Cuatro pies de banqueta que solo tiene tres. Los bilduistas aberzales y su indecente apropiación del San Fermín Navarro, por revancha de aquellos bravos requetés que los corrieron a gorrazos; los desaguisados del PSOE; la moralina irredenta de Ciudadanos agitando el dedazo como banderín de enganche y los Podemitas que hablan con el pajarito de Maduro. Cuatro tipos maullando en el callejón de Valle- Inclán y con parecido a las gárgolas de la catedral. Perro, gato, lobo. Si no fuera por el coraje del alcalde de Móstoles declarando la guerra a Napoleón podríamos enumerar a estos santos románticos del pórtico asomados sobre el atrio.
Rajoy o el tancredismo barburdo aguardando la salida del toro de las Españas. Pedro Sánchez con su nación federal votada en las primarias socialistas. Albert Rivera, camaleónico seni catalán para captar votos y Pablo Iglesias que vive de aclamaciones televisivas aunque mienta como un bellaco.

Flojera de coraje

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