El Ensanche, kilómetro cero

El diseño urbanístico peatonal de Plaza de Lugo ha sido un acierto sin precedentes. Bien pensado y calibrado al proyectarse se ha transformado en referencia obligada para futuros espacios. Posiblemente porque ahí está –casa Viturro, entrada por Compostela 8, confluencias de Payo Gómez y Picavia– el km. cero del ensanche coruñés, rompiendo amarras con la Pescadería y los bravos acantilados del Orzán. Seguramente la inspiración haya venido de ese pintor universal, Pablo Picasso, vecino de nuestra ciudad, pero a la que ha recordado muy poco durante su vida, aunque el Ayuntamiento lo cobija hospitalariamente.
Por eso sospecho que los inspiradores aires, vapuleados y eternos, fluyeron de la cuadrada taberna “Casa Enrique”, que abría calle de Compostela. Tertulia de prosapia literaria y artística. Conversadores de fácil dialéctica. Inmortales. Capaces de editar aquellos años posguerra incivil y subsiguiente conflagración mundial los logradísimos números de “Atlántida”, revista consagrada a criaturas con talento. Allí esbozaron y delimitaron zona pintores de singular enjundia. En cabeza Lugrís, creador surrealista con toda la magia de Cunqueiro. Un mundo fantástico anclado en esta esquina lluviosa sin dar el paso definitivo a Barcelona que por entonces era paño de lágrimas cultural internacional.
Tras semejante mundo onírico y de murales, tomó senda el estudiante de arquitectura Alfonso Abelenda que consiguió de inmediato el premio Imperio, hizo su primera exposición individual y remató alcanzando la acreditada paleta Agromán. Frases sentenciosas. Ilustradores para el ensanche que se comía las huertas de Garás por avenida Linares Rivas y los paralelos chalés del Camino Nuevo. Y a la estela de semejantes navíos el revolucionario Lago Rivera y la juventud perdida del brillantísimo Tomás Pereira, trasatlántico cultivo de Miró, con pintura recia y persuasiva en evolución constante.

El Ensanche, kilómetro cero

Te puede interesar