Betanzos, silencio y arte

Amelia, aparte de guapa, es explosiva y vital. Nada escapa de su humana influencia. Atesora energía positiva. Imparte felicidad y goce aunque no quieras recibirlos. Cualquier nimiedad la convierte en árbol frondoso. Alma de Dios imparte serenidad y alegría/ contagiosa y bullanguera… Si a todo esto añadimos que vive en Betanzos la definición quedará cerrada. (Pon un punto de silencio a la palabra/ para que escuches lo que llevas dentro, lo que te pertenece). Porque por la ciudad de Los Caballeros sigue taconeando sus calles de piedra mies de siglos. El Medievo feudalista y el barroco gallego. El oso y el jabalí sepulcral del buen vasallo Fernán Pérez de Andrade que ilustra San Francisco. 
Y ahora nuestra protagonista, emprendedora y polifacética –ATS, acordeonista, virtuosa, reidora y amena–, se ha hecho marchante y trae bajo el brazo una colección de cuadros del profesor de nuestra escuela Pablo Picasso, J. A. Martínez Lage, guarecido tras atronador silencio de timidez ruborosa. Hay pinturas suyas desparramadas mundo adelante, pero se resistía a ofrecer una muestra como la que Amelia y su amiga Sole celebran –óleos, acuarelas, dibujos– en el hermoso y sólido caserón Lanzós, frente al sobrio templo de Santiago. Local acogedor, confortable, con señorío cosmopolita y palpitaciones de viejos tiempos que se han hecho nuevos en sus mesas de mármol, barras, sofás de cuero, luces, tarima de actuaciones, prensa, trato afable y producto hostelero da primera calidad.
Después el certamen plantea preguntas, soluciones, ideas y conceptos lejos de una crítica que no corresponde a esta columna. Baste señalar botones de muestra de tamaño reducido. Y tres óleos que muerden el muro espacial como piedras lanzadas al lago: infinitud geométrica de “Medievo”; narcisismo de “Ponte Vella”, contemplándose en el río, y el “Cumio da marea” para recordar que las sirenas del Mendo y el Mandeo salen a pasear durante las inundaciones.

Betanzos, silencio y arte

Te puede interesar