Bañistas todo a cien...

Siempre fui poca cosa. Un niño pitiminí que desarrolló en cerillita, panasca y mírame y no me toques porque me rompo. Por eso, genéticamente, envidié a los tipos fornidos, hercúleos, bien dotados físicamente. Tal me sucede con esos grupos de mujeres y hombres que en nuestras playas y durante todo el año desafían las bajas temperaturas y la frialdad del agua… Bañistas todo a cien. Como si fueran gélidas tiendas chinas. Ellos, a lo suyo. Se meten de lleno en las olas y ya está. Porque no son simples abluciones o baños de impresión sino que se mantienen nadando veinte minutos o más. Así cuelgan de las rocas o dejan sobre la arena la fragilidad femenina y comparten tan ricamente el líquido elemento.
Suelen ser atléticos. Tipo psicosomático de piernas largas, pecho ancho y músculos desarrollados. También los hay asténicos –brazos y piernas largos y delgados, facciones agudas y piel seca– correspondientes a la clasificación de Kretschmer. Sin olvidar a los pícnicos rechonchos, cuello corto y graso, tórax ancho y acumulación de grasa en el tronco. Incluido el factor humano que tienen y fluye en el momento de comportarse. La ética y ecuanimidad como principio que rige sus relaciones para con ellos mismos y los demás. Sin embargo se mantienen como reclamo de La Coruña turística. Iconos de ciudad donde nadie es forastero. Coquetuela y descarada para contemplarse en el espejo de sus galerías o marchar de borrachera nocturna y asir un cacho de felicidad tan escasa en el medio ambiente donde vivimos.
Son flores de litoral herculino y corresponden a un jardín japonés de algas, rocas y agua donde cualquier hermosura es posible y las olas suspiran al besar la arena. Un travelling que desplaza la cámara, regodeándose en la maniobra y se aproxima a nuestros protagonistas nadadores, alejándose, acercándose o siguiéndolos en definidores planos cinematográficos.

Bañistas todo a cien...

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