Banderas de discordia

Con respecto a las banderas histriónicas colocadas por Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, en el Paseo Marítimo me guardo la frase de Catón del Viejo de destruir Cartago. A mí me basta que las arríen como quieren la mayoría de los vecinos. No por el insulto innecesario inferido frívolamente, sino por el desprecio a la voluntad colectiva, ejerciendo contra ella trasnochado despotismo ilustrado –todo para el pueblo pero sin el pueblo– satanizado por la Marea, nasía pa’ganá. Como todos tenemos nuestro corazoncito hacemos acopio de hechos memorables y recuerdos domésticos, suplicando que cese la alucinante situación actual.
Que nos devuelve a la España de charanga y pandereta. De gloria y sacrificio. De infantería que por saber morir sabrá vencer. Aquellas razones invocadas por el cardenal Cisneros para gobernar señalando los cañones del parque de artillería. Así mismo los héroes del 2 de mayo inmortalizados por Goya. Al tiempo la unidad española proclamada por Marcelino Menéndez Pelayo o cuando los dioses nacían en Extremadura para colonizar mundos… sin olvidar tampoco a los hombres de buena voluntad que redactaron la Carta Magna de 1978 y alcanzaron el estado de bienestar.
Tras estos cimientos, la copla popular puso picante ajillo. El soldado que en tierra mora reconocía en los vinillos de Jerez y de La Rioja los colores de la enseña nacional. O el legionario empecinado que abrazaba a la muerte por defender su “bandera” como unidad logística militar. Con recuerdos para el soldadito zarzuelero y su victoria en las más adversas circunstancias. Ardor guerrero cuando se hacía la mili y se prestaba juramento de defender a España… Ahora este dirigente dirigido pretende servirnos gato por liebre, romper todas las amarras e implantar su casta de brahmanes indios… Mientras miramos el cielo del Orzán nos parece sufrir una pesadilla al no ver nuestras auténticas banderas.

Banderas de discordia

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