Un presupuesto con encaje

El Ayuntamiento coruñés, a la altura en que se halla el nuevo año, carece de presupuesto, cuando las elecciones están a poco más de tres meses, vista. Lo cual puede dejar a la ciudad fuera de circulación hasta la toma de posesión de los regidores entrantes, salidos de las urnas en mayo, cosa que está a punto de acontecer. Los socialistas están entre la espada y la pared: aprobar unos presupuestos como quiere el alcalde no le conviene al partido, que siempre tendió la mano, para que luego la Marea hiciese lo que viniera en gana. Ahora hay que medir los momentos y este no es el más adecuado para los intereses del socio municipal. 

Para la Alcaldía es una oportunidad que tuvo y que se revela perdida en el tiempo. Abusó cuanto pudo de la voluntad poco negociadora de su socio en el Ayuntamiento y agotó la paciencia de todos sus miembros, así como de la oposición en su conjunto.

Ahora se ve con los presupuestos sin aprobar. Hubo mucho tiempo en medio de todo este asunto, pero la demora que tanto exprimió la Alcaldía, ahora juega en su contra y es un problema difícil de solucionar, si no hay ánimo en sacarlos adelante. A estas alturas no se puede, ni se debe poner objeción alguna y menos condiciones en el negocio de las cuentas públicas, como quiere el alcalde sobre la definición de las futuras obras a realizar. Con la cita electoral a las puertas, la corporación saliente no tiene capacidad de diálogo, solo le queda la alternativa de aprobar con la anuencia de los socialistas una prórroga de los presupuestos de 2018, con lo que la corporación entrante tendrá que esforzarse mucho en la negociación de los presupuestos que la Marea no hizo para el ejercicio.

La oposición señala por unanimidad la responsabilidad de la Marea como la que ha dejado sus obligaciones arrinconadas en perjuicio de la ciudadanía. Su inacción ha sido permanente cuando tuvo que poner en marcha las prioridades . Se enzarzaron en otros asuntos impropios de la municipalidad y dejaron de lado la actuación para corresponder al voto que los coruñeses le habían dado. El descontento generalizado que se respira en la ciudad habrá de pasar de alguna manera la factura en las urnas.

Todo el saldo que no se invirtió en las necesidades de la ciudad en 2018 ha ido a parar a amortizar la deuda de la banca. Al alcalde se le da muy bien echar las culpas a todo el mundo, pero se olvida de que el culpable es el que dirige los destinos del Ayuntamiento. Nadie es más responsable en su actividad que el que lleva las riendas y a quien hay que exigir responsabilidad política de todo lo acontecido en estos cuatro años de mandato, en los que hubo muchas dudas y pocas intervenciones efectivas; más bien constantes demoras en el entramado municipal para otorgar todo tipo de permisos. La situación ha acabado en desilusión y decepción en los coruñeses. Se les defraudó con la misma rapidez con que la Marea llegó a María Pita. Han perdido su gran oportunidad y es posible que no haya otra.

Un presupuesto con encaje

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