¡Nueva crisis!

os hallamos ante una nueva crisis o quizás esta lleva tanto tiempo incubada que ya nos olvidamos de ella. Es cierto que las matriculaciones de los vehículos van a buen ritmo, aunque los fabricantes y vendedores siempre ven la botella medio vacía, no medio llena y quieren vender más de lo que las necesidades ciudadanas requieren y para ello insertan multitud de anuncios en todos los medios habidos y por haber para inducir al comprador a que se haga con uno de aquellos modelos recién salido de su fábrica. Quizás este dato nos esté nublando la visión de que todo marcha viento en popa. Es una cortina nebulosa. Es cierto que hay mucha gente con un poder adquisitivo alto o medianamente saludable en cuanto a hacerse con bienes de cualquier índole. Siempre a lo largo de la historia aconteció que el ser humano tiende a hacerse con bienes terrenales para su uso y disfrute, y quizás ahora más que nunca los mercados inducen a un consumismo desaforado y con ello producen crisis latentes que estallan cuando menos se espera o que son propiciadas por los mercados para constreñir la demanda en un momento dado.
Ahora bien, en un idílico panorama como el indicado, hay que añadir que hay dos millones de españoles que están al borde del colapso, con un total de 800.000 viviendas sobre las que se cierne la incertidumbre de quedar vacías. Esta masa humana corre el riesgo de exclusión social. Hay 8,5 millones de compatriotas que se encuentran en exclusión, lo que supera en más de un millón a los que estaban en esa situación en 2007. De hecho, para la mitad la exclusión se ha convertido en algo anacrónico. Dentro de este último grupo de más de cuatro millones, hay una bolsa de casi dos millones expulsados de la sociedad, es decir, más de medio millón por encima y tres veces más que en el estallido de la crisis.
Las condiciones de vida son peores que hace dos lustros. Es posible que se haya estancado la sociedad y no sea capaz de solucionar los problemas más acuciantes de sus ciudadanos. En el conjunto de la población española, entre 25 y 28 millones de personas viven con desahogo o con ligeros altibajos, pero el resto está mal o muy mal.
A las posibles viviendas que se queden vacías, hay que añadir las que todavía mantiene el denominado banco malo, de las que no se sabe su cantidad ni cuántas ha vendido en estos últimos años;  tampoco las que han ido a parar a sus manos tras la última quiebra de las cajas de ahorros y otras entidades bancarias. Como tampoco se sabe el número de estas propiedades todavía en cartera de los bancos y entidades financieras y a cuánto asciende su capital. Esta crisis subyacente puede acabar mal, si no se toman medidas económicas y sociales de hondo calado y si tampoco se actúa contra las entidades bancarias, a las cuales el Estado, como garante, les endosó casi 70.000 millones de euros, de los cuales se prevé que se perderán unos 59.000 millones. Pero la banca genera más beneficios que nunca y la situación de una parte de la población es crítica.

¡Nueva crisis!

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